Voy a empezar por el final: No creo que vaya a pasar al Olimpo de las grandes películas musicales pero no se merece ni la décima parte de los palos que le están dando.
Ciertamente no me sorprende. Cuando se hace un musical siempre se tiene que luchar contracorriente: no es un género para todos los paladares por tener ese punto extraño, artificial, que no es común al resto de estilos cinematográficos. Y si ya empezamos cuesta arriba, más empinado es el camino cuando te encuentras con una historia de personajes animalizados, más propio de las aventuras infantiles. Gente que canta continuamente durante dos horas y va disfrazada de animales. Hum. Mala cosa.
Luego tenemos el dichoso infierno de los famosos. Apenas sé quiénes son (a excepción de Taylor Swift) y, realmente, no me importa. Sólo me importa si lo hacen bien o mal. Lo demás me parece irrelevante. Y lo hacen dignamente, a excepción de la para mí absolutamente desconocida Rebel Wilson, que está para fusilarla al amanecer (y a la que la contrató). Pero da igual. Haters gonna hate. Si lo sabrá la Swift.
Sí, la historia es absolutamente endeble y sirve más como pretexto para ir presentando las historias de los distintos personajes que para el desarrollo de una trama. No es La la land precisamente. El único conflicto que hay que resolver tiene un planteamiento y una resolución infantiles y la única historia dramáticamente interesante, la que plantea el personaje de Jennifer Hudson, apenas está esbozada. Y sin embargo funciona. ¿Por qué?
Pues porque apenas hay respiro en la sucesión de números musicales, porque éstos son entretenidos (y en algunos casos brillantes) y porque los que amamos este género tenemos una vara muy generosa con la que medir sus errores. Al fin y al cabo sólo tenemos un musical cada dos años: ¿cómo no voy a entrar en la sala con la mejor predisposición del mundo?. Mucho y muy malo tengo que ver para que me agüen la fiesta. Y no me la han aguado, a Dios gracias.
Mi única gran objeción viene no por cuestiones musicales o interpretativas, sino por, como otros foreros ya han indicado, por ese uso artificial de la tecnología 3d en algunos números, en especial en el final. Si hay algo que envejece mal, mal, mal, son esos escenarios hechos por ordenador. Ver Gladiator hoy día es ver cómo "cantan" la traviata esos escenarios diseñados por ordenador, lo mismo que "cantan" en las precuelas de La guerra de las galaxias.
No voy a entrar en comparaciones con el musical original porque nunca lo he oído ni visto, y quizás eso sea una ventaja. No iba con una idea preconcebida del musical, aunque después de verlo debo reconocer que me asombra el mítico éxito del mismo. Es un musical muy especial, rozando el pastiche, y de una ambientación y planteamiento más propio del musical infantil. Quizás sea esto lo extraño: un envoltorio infantil para una historia inquietante y oscura.
No sé por qué toda la polvareda levantada me hace recordar a Into the woods. La vi con interés e igualmente se llevó palos por doquier. Otra vez el mismo problema: una historia de apariencia infantil pero con un trasfondo adulto. No funcionó allí y no funciona aquí por razones que tienen más que ver con nuestros encasillamientos mentales que por la validez o no de esta propuesta artística. Contra esto es muy difícil luchar.
Creo que el tiempo será misericorde con esta película, a pesar de sus debilidades. Eso espero.