Portugal. Es curioso cómo en uno de los rincones más olvidados de Europa, donde puede que no exista una política favorecedora del desarrollo de la industria cinematográfica como las que hay en otros países del mismo continente, han surgido en las últimas décadas tres de los directores más importantes y personales que he conocido en los últimos años: el joven Pedro Costa (debe andar por los 50 años), el centenario Manoel de Oliveira y el ya fallecido Joao César Monteiro. Pedro Costa posee una de las filmografías más radicales del mundo, con títulos como "Ossos", "En el cuarto de Vanda", "Juventud en marcha" o la más asequible "Casa de lava", las tres primeras con imágenes hirientes y verdaderas donde la poesía convive con el documento social. Manoel de Oliveira, el más conocido de todos ellos, es capaz de realizar obras maestras de la lírica cinematográfica, como "El convento", "Viaje al principio del mundo" o "El valle de Abraham", verdadero reportaje poético de la lucha de clases junto a los viñedos portugueses del Douro. Y Monteiro, el Buñuel portugués, el Chaplin portugués, el más personal de todos, con una filmografía breve pero intensa donde destacaría "La comedia de Dios", "Las bodas de Dios", "O ultimo mergulho" y su última obra "Vai-e-vem", película mortuoria que va del cachondeo a la tragedia con una facilidad pasmosa, como la escena en la que el cineasta filma su propio entierro, consciente ya de su inminente muerte en la vida real, o ese insólito plano final alucinante que permanecerá para siempre en la memoria de quien haya visto la película.

Intermedio editó hace tiempo un pack espléndido con parte de la obra de Joao César Monteiro y otro con la de Pedro Costa. Manoel de Oliveira tiene editados varios de sus films en ediciones muy poco recomendables.