Barker era un buen escritor. Ideas brillantes y un estilo agresivo y directo. Su principal característica era la completa falta de maniqueismo en sus obras. El bien y el mal no estaban nada definidos. Como bien menciona el compañero Charles, los cenobitas no son malos, en el sentido tradicional. Ellos responden a la llamada de los que buscan las sensaciones extremas, y sus torturas sadomasoquistas dan tanto placer a sus "fieles" como dolor. ¿Son buenos, son malos, son demonios, son ángeles? Yo que sé. Las siguientes entregas de la serie ya cayeron en el típico maniqueísmo del mal contra el bien, equiparando a los cenobitas con los demonios.
A Barker le arruinaron dos cosas. La primera es intentar asaltar el mercado americano con novelas al estilo Stephen King, pero con ese estilo más subido de tono en el sexo y la ambigüedad moral. Las dos principales fueron "Sortilegio" y "El gran espectáculo secreto". Y no son buenas novelas. Barker es un escritor de ideas, de impacto. Sus relatos breves son brillantes, y su antología de "Los libros Sangrientos" sea, probablemente, la mejor antología de relatos de terror jamás escrita. Pero Barker no es bueno desarrollando personajes ni haciendo creíbles mundos fantásticos. Es hacia la fantasía precisamente hacia donde trató de derivar su obra para hacerla más comercial... y no funcionó.
Y después vinieron sus problemas personales. Principalmente el sida y denuncias de un ex-amante por prácticas sexuales peligrosas.
Comentar que Neil Gaiman le saquea a dolor. "American Gods" está muy inspirada en "El Juego de las maldiciones" y "Coraline" es casi un plagio de "El ladrón de días".