SPOILERS ARGUMENTALES
Última película de David Lean, en la que por fin pudo ver cumplido su deseo de rodar una película ambientada en este país (estuvo durante muchos años barajando la posibilidad de llevar a cabo la biografía de Gandhi, algo que haría Richard Attenborough en la película de 1982).
El argumento puede enfocarse desde dos puntos de vista. El más sencillo es el de utilizar la historia de una turista inglesa que los años 20 que acusa a un médico local de agredirla sexualmente como un punto de partida para poner de manifiesto las tensiones entre ingleses e indios en la sociedad colonial, pero la película también admite otra interpretación no excesivamente soterrada.
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Adela Quested (Judy Davis), el personaje central, es una mujer reprimida sexualmente que viaja a la India para encontrarse con su prometido, el juez de paz designado por los ingleses. Una vez allí, su deseo sexual no se ve correspondido por el juez, que parece más interesado en su vida social -de la que informa que están totalmente excluidos los indios- y deja a Adela en compañía de la señora Moore, su madre y futura suegra. Ambas inician una extraña amistad con Aziz, un médico indio viudo que, en un intento por mostrarse amable, invita a ambas mujeres a una excursión para enseñarlas unas cuevas en las afueras de la ciudad.
Adela entre tanto duda de su amor por el juez, y una excursión en bicicleta la lleva hasta un templo abandonado en el que encuentra decoración a modo de esculturas que representan diversos actos sexuales, encendiendo aún más sus reprimidos instintos. Cuando la excursión tiene lugar finalmente, Adela se queda momentáneamente sóla con Aziz y sin que se sepa qué ocurre entre ambos, la mujer huye despavorida y sangrando. Aziz es detenido pese a ser inocente al menos en apariencia y la mujer, y sobre todo la sociedad inglesa de la India, acusa al médico por una supuesta agresión sexual.
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De Pasaje a la India sorprenden muchos elementos. El primero de ellos quizá sea que su autor, David Lean, reemprendiera su carrera tras el retiro de 14 años tras "La Hija de Ryan" y que con 75 años de edad decidiera hacerse cargo de una cara producción que debía rodarse en un lugar tan dificil como la India. Y sorprende también que Lean escogiera una historia en la que el enfrentamiento social entre indios e ingleses como consecuencia de la acusación recaída sobre el doctor Aziz adquiera un segundo plano ante el tratamiento que el director -y guionista- hace del personaje de Adela, mostrándola como una mujer reprimida sexualmente, posiblemente aún vírgen a sus (al menos) 30 años de edad y que inicia un viaje al interior de la India, de su "pasión India", en un intento metafórico por encontrar esa sexualidad desconocida para ella.
En una película cuyo engranaje funciona a la perfección, Lean maneja perfectamente el resto de sus personajes, desde el juez y prometido de Adela, que adquiere una gran importancia en la segunda parte de la historia cuando el doctor ha de ser juzgado por su jurisdicción, el profesor local (James Fox), el único inglés algo integrado con los indios, un anciano indio (Alec Guiness, en uno de sus papeles "transformistas") con una filosofía inmovilista hacia los acontecimientos de la vida, la señora Moore (Peggy Ashcroft, ganadora del Oscar) que parece ser la única que sabe qué es lo que ha ocurrido y el resto del sistema administrativo inglés, cuyo colonialismo es duramente criticado por Lean por su estamentalismo y menosprecio hacia los indios.
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Pero si Pasaje a la India es una gran película es por la habilidad de su director, guionista y montador para presentar y matizar a todos estos personajes, mostrando sus caracteres a través de pequeñas miradas y comentarios, reacciones o deseos encontrados en una sociedad en la que las emociones públicas estaban prohibidas. Supone, asimismo, uno de esos raros ejemplos filmícos en que la grandiosidad del aproximamiento -por medios, presupuesto, localizaciones- no aplasta a la narración, sino que es utilizada para el desarrollo de una historia intimista: la que sucede a partir de los deseos de Adela Quested.
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Saludos.