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Vista esta tarde, la nueva película de Emmanuel Mouret, tras la maravillosa Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, me ha gustado muchísimo.
Si su anterior trabajo era más coral y elaborado en su trama, aquí todo se vuelve más reducido y lineal, ya que vamos a asistir a eso, a una crónica de un amor efímero entre dos personajes, encarnados, a las mil maravillas por Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne, que para mí lograr tener una gran química plasmada en pantalla por Mouret de la mejor de las maneras desde la base que representa unos diálogos excelentes..
Si su anterior film podría compararse con el mejor Rohmer, aquí, estando también esa influencia, yo veo que se da más la influencia de Woody Allen y en concreto de Annie Hall que yo diría que el director ha tenido en mente porque hay algunos elementos que por lo menos a mí me han evocado directamente a la obra maestra de Allen, como la escenaeso además de pensar que ambos personajes pueden recordarnos un poco a Annie Hall y a Alvy Singer. En definitiva que me quedo con el maravilloso balance que tiene la película entre sus elementos más serios (esos personajes tan bien construidos y con sus zonas de gruis) y la ligereza y comicidad que se da durante la historia y la luminosidad formal que se muestra en pantalla.Spoiler:
Por lo demás, de nuevo me quedo con el mimo de Mouret a la hora de rodad y encuadrar y con su exquisito uso de piezas clásicas en lo sonoro.
Saludos