Una propuesta sin pretensiones y ajena a tendencias actuales, que conecta inesperadamente con el Ozploitation, una época dorada del cine australiano repleta de joyas reivindicables. Jai Courtney es el rey de la función soltando chascarrillos y sobreactuando de lo lindo; este tipo de personajes le sientan mucho mejor que los héroes de acción de turno. La duración estándar también se agradece, con lo que cumple su cometido perfectamente.