Tensión en el circuito (Fast Company), de 1979.



De nuevo con parte de financiación pública (de la CFDC), y mientras estaba a la espera de poder rodar la posterior The Brood, Cronenberg se vio en cierta manera forzado a rodar esta sorprendente Fast Company: “tenía una mujer y un niño que alimentar. La hice verdaderamente por dinero”. Se trata de un proyecto de encargo, que parte de una historia y de un guion ajeno, aunque Cronenberg participó en la reescritura del guion (sobre todo porque, según cuenta, los diálogos demostraban que los autores del guion no conocían el lenguaje propio del mundo que retrataban).
La película nos narra una historia ambientada en el peculiar mundo de los dragsters (coches trucados para pruebas de velocidad, entre otros los llamados “funny cars” o los “top fuel”). Seguimos la peripecia de los pilotos Lonnie “Lucky Man” Johnson (William “Falconetti” Smith) y Billy “The Kid” Brooker (Nicholas Campbell) y sus mecánicos, integrantes del equipo FastCo, patrocinado por Fast Company, empresa que comercializa latas de aceite para automóviles.





El director del equipo es un personaje turbio, corrupto y manipulador, Phil Adamson (John Saxon), y como en todo film de competición que se precie tenemos el eterno rival, Gary “Blacksmith” Black (Cedric Smith).



De forma casi documental asistimos a las carreras del circo ambulante en que se convierte este espectáculo, las rivalidades, las trampas, los accidentes, los intereses económicos, etc. En este sentido es un film muy americano, que hemos visto muchas otras veces ambientado por ejemplo en el mundo del rodeo: personajes trashumantes, que no echan raíces, con vidas amorosas complicadas, siempre al límite, poniendo en peligro sus vidas, seres obsesionados en sus máquinas.





Cronenberg nos entrega un producto claramente de serie B, con una mínima trama argumental: la citada rivalidad entre Lucky Man y Blacksmith; los amores entre The Kid y Miss FastCo, Candy (Judy, que no Jodie, Foster); la relación intermitente entre Lucky Man y Sammy, y la resistencia de él a instalarse en Seattle con ella; y, como elemento dramático, la malicia de Phil y su enfrentamiento con Lucky Man. Los personajes son bastante arquetípicos; los diálogos, tirando a flojos; las situaciones previsibles y tópicas. Con todo, el film fluye con buen ritmo y dentro de su discreción cumple. Ahora bien, ¿qué hay en él de Cronenberg? Cuesta reconocer al canadiense en las imágenes del film, correctas formalmente (con un uso de la cámara dentro de los coches que potencia el aire de documental; también la descripción del ambiente de los circuitos), pero que carecen de ese toque inquietante de su cine. Con todo, Cronenberg, supongo que queriendo ser un poco provocador, ha llegado a afirmar que es “la más personal” de sus películas, “…pues reúne dos de mis grandes pasiones: la música rock (es la única vez que la he usado en la banda sonora) y los deportes de motor”. Lo cierto es que aunque se comprenda el comentario, harto de justificar el porqué de la filmación de un film tan distinto al resto de su carrera (y que además fue un fracaso, siendo poco y mal distribuida, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo), la respuesta no cuela: quizá Cronenberg se lo pasó bien rodando en un ambiente, el de la competición de coches, que le apasiona desde niño, pero la película, gris y sin mayores méritos, habría caído en el olvido de no ser por ser él el director.

Como además a mí todo el llamado “deporte del motor”, sea en motos (como la comentada en otra ocasión Vivir a tope de Paul Verhoeven) o coches, me trae completamente al fresco, poco más puedo decir. Mi interés por el film era (no la había visto hasta ahora) y sigue siendo después de visionado prácticamente nulo, aunque reconozco que verla no me ha resultado molesto. Quizá alguien más aficionado al subgénero (muy de moda, por cierto, en esos años 70, con películas de todo tipo con los coches o las motos como protagonistas: persecuciones, carreras, etc.) pueda aportar algo más.

En todo caso, en este film convergen diferentes miembros del equipo técnico habitual del cine de Cronenberg a partir de entonces: Mark Irwin, director de fotografía; Ronald Sanders, montador; y Carol Spier, directora artística.

La semana que viene, con The Brood, volveremos a “nuestro” Cronenberg.