Pues he revisado hoy M.Butterfly. La verdad es que es una película curiosa. Por un lado parece una deconstrucción con mucha mala baba del cine de David Lean, sobre todo en lo ideológico. Hay planos de la película que son puro romanticismo estético de Lean, con esos lugares comunes (¡lse van de picnic a la puta muralla china ).

Lo más interesante de Cronenberg siempre será que es un genial descreído. Y no es de extrañar que le fascinase esta historia. Porque todo este embrollo grotesco de un funcionario occidental aparentemente heterosexual que se enamora de un chino comunista que pretenden de ser una diva apolítica deseosa de ser amada y sumisa... ¿de qué va?

A René Gallimard no le importa la cultura, la política, ni las diferencias de sexo ni de etnia. Le importa lo suyo, que es sentirse amado, deseado e importante en su intimidad. La sutileza de la película al mostrar que su mujer blanca y heterosexual no se toma en serio su hombría y que está con él por su condición de diplomático y para ver mundo están ahí. Tampoco es la única (eres lo que imaginaba que eras debajo de tu ropa, le dice a la cougar con la que se lía en una escena). Y eso, entre otras cosas (sí, el sistema también) le convierten en un funcionario gris y triste.

Pero, amigo, de pronto surge "el otro". El ser misterioso, ambiguo y fascinante que promete otra realidad. Donde otros ven un simple actor (ni tan siquiera demasiado bueno, que sirve más como instrumento de espionaje que otra cosa), un producto cultural (por encima polémico y cuestionable, la oriental enamorada de un imperialista), o un simple travesti, René ve algo que los otros no ven. Y se viene arriba, hasta el punto de subir en el escalafón y todo.

¿Qué ve René?

La película no va de homosexualidad (por lo menos directamente, eso no parece importarle ni a René), no va de política (Ningún bando sale especialmente bien parado. Especialmente brillante es cuando la seria funcionaria comunista, enemiga del patriarcado, acepta que nuestros protagonistas tengan un ficticio hijo chino rubio ).

¿De qué cojones va esta película entonces? Insisto.

Pues hay pistas.

Tenemos un funcionario que se pasa el día con las cuentas de gastos de sus compañeros corruptos. Con su mujer que no le tiene un especial aprecio como hombre (en el fondo parece que ve de qué pié cojea). Tenemos, por otro lado, una China comunista materialista, que no cree en nada que sea un materialismo dialéctico y que desprecia las fantasías y decadencia burguesas. Eso se traslada, de forma irónica a occidente, vía el mayo de 68, a la realidad de un René degradado a simple mensajero en un mundo tan gris y triste como el de la China comunista. El apunte de la ideología como un fantasía que transciende fronteras y culturas como la de René es maravilloso.

René, y así lo dice en su discurso final ante los prisioneros de la cárcel en la que está recluido (o del mundo, ya puestos). es un creyente. Que su fe sea un grotesco amor por un espía chino basado en una idea romántica imperialista que mueve a la incredulidad y a la risa no le resta fascinación. Sobre todo porque hay una malévola insinuación que esa fantasía no es muy diferente a la que viven de forma colectiva los demás a su manera.

Como dice el personaje de Song Liling al principio, lo importante no es la historia, que resulta inverosímil a pesar de estar basada en un hecho real. Lo importante es la música. Aunque el cachondeo y la mala hostia estén implícitas.