Cita Iniciado por Alex Fletcher Ver mensaje
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Uno de los pocos films que me faltaban por ver de Cronenberg, que, evidentemente y aparte del final, no hubiera adivinado nunca que el film es un Cronenberg. No voy de listillo ni mucho menos, pero los rasgos físicos de ella, hacen pensar desde un inicio que lo que se esconde detrás de una belleza ambigua es un rabo a mano, y sabiendo que Cronenberg está detrás, no cuesta mucha adivinar, que Irons se enamora de un hombre que aparenta mujer en maquillaje, porque su rasgos faciales y corporales son delatables, como muy bien dice él (ella) en la escena de la muralla. Aprovecho y me voy a la parte final, en la corte donde se le interroga de que habiendo sexo y no una vez, como no se dio cuenta de que le colgaba algo, se rumorea en la calle que el tamaño oriental no es para echar cohetes, pero tal y como nos pinta una escena de sexo salvaje (la puesta por Mad)no se entiende como la mano en algún momento de lujuria vaya en busca de las partes. Si no hubiera habido dicha escena, me lo creo, cada quien tiene sus maneras. Eso no me gustó nada.

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Vuelvo a tu comentario, porque lo del sexo merece reflexión aparte. De entrada, no calificaría la escena de sexo comentada (que se muestra brevemente en un lento travelling lateral) de "salvaje". René está penetrando por detrás a Song, o eso parece, pero recordemos que Song dice haber inventado una forma antigua de relaciones sexuales que ves a saber en qué consiste. Ese detalle "cultural" juega con la fantasía de René y puede llegar a hacerlo creíble, vista la alienación del diplomático francés. Si está dispuesto a ignorar, ya de entrada, que los papeles femeninos en la ópera china los interpretan hombres, es evidente que está dispuesto a tragarse cualquier cosa para mantener su ficción. Cuesta creérselo quizá un poco más por el hecho de que es un hombre casado (con la atractiva Barbara Sukowa) y ya maduro, mientras el personaje real al parecer era un joven soltero. Pero eso fuerza más todavía la situación y nos sitúa de lleno dentro del terreno de la fantasía que recrea para sí mismo René. A mí me funciona, aunque evidentemente la propuesta me exige una notable suspensión de la incredulidad.