La verdad es que Crash hace un muy buena pareja con M. Butterfly. En las dos el detonante de la historia es una fantasía sexual que se va volviendo cada vez más obsesiva y extraña y acaba incluso transformando física y mentalmente a sus actores.
Sí en M. Butterfly no se dice de forma explícita que esa fantasía acabe siendo algo casi místico o religioso, en Crash sí que lo expresan claramente, con esa secta fetichista de adoradores de los accidentes de coches de famosos que ya no solo los ven como una fuente de placer si no incluso como un camino de trascendencia, estando dispuestos a morir para emular a sus ídolos accidentados. Vaughan es un verdadero mesías desquiciado que inicia al personaje de Ballard en los misterios sagrados del sexo vía el siniestro total.
Intenta jugar un poco a ser un thriller, con ese Vaughan que acaba obsesionado con la pareja Ballard, pero lo hace con poca convicción. De hecho la peli se estanca en una serie de coitos alucinantes en coches en marcha, aparcados y en túneles de lavado, convirtiéndola en la película erótica mainstream más extraña de la historia
Me resulta particularmente interesante que el personaje de Ballard sea director de cine (o que por lo menos trabaje en el audiovisual), al igual que el personaje de Vaughan es fotógrafo y planificador de recreaciones de accidentes célebres. El placer que Ballard no encuentra ya en el cine parece que lo recupera gracias a una nueva forma de arte mucho más salvaje.