Las minas del rey Salomón / King Solomon’s Mines (1885), de H.Rider Haggard
vs. Las minas del rey Salomón / King Solomon’s Mines (1950), de Compton Bennett y Andrew Marton
Completo el acercamiento al universo aventurero de Haggard con la lectura de su novela más popular, “Las minas del rey Salomón”. Hay que decir, de entrada, que la película del dúo Compton-Marton diverge notablemente del texto de Haggard. Para empezar, en los personajes: en la novela los viajeros blancos son Allan Quatermain, cazador con una larga experiencia en el África meridional; sir Henry Curtis, que viaja para encontrar a su desaparecido hermano, y el capitán Good, de la Marina real británica (cuerpo que ha tenido que abandonar contra su voluntad). En la película, además de Quatermain (Stewart Granger), los viajeros son Elizabeth Curtis (Deborah Kerr), a la búsqueda de su marido, y su hermano John Goode (Richard Carlson). La presencia de un personaje femenino va a ser clave para incorporar a la aventura africana un componente romántico (que al parecer saltó de la pantalla a la realidad, y entre Granger y Kerr hubo un afer bastante tórrido). Para ver hasta qué punto esta es una diferencia fundamental, vale la pena citar una frase que leemos al inicio de la novela (en la voz de Quatermain, que será el narrador): “Puedo asegurar que no aparece ni una sola falda en todo el relato”.
El motivo del viaje sí coincide: tanto en un caso (el hermano de sir Henry) como en el otro (el marido de Beth), el hombre desaparecido ha partido a la búsqueda de un tesoro legendario, el que se supone se encuentra en las llamadas “minas del rey Salomón”. De ese tesoro de diamantes ha habido testimonio desde antiguo (en la novela se habla de un aventurero portugués del siglo XVI) y un mapa de la ruta (que vemos en la película y que es similar al que se incluye como ilustración en el texto). En la novela queda claro que la expedición parte de Durban, en el sur de África (la actual Sudáfrica), después de que los tres personajes se hayan conocido en un trayecto marino desde El Cabo a Durban. En la película las referencias geográficas no quedan claras. En la novela forman parte de la expedición desde el principio tres indígenas: Khiva (que morirá por el ataque de un elefante, no por un disparo como pasa en el film, en un episodio donde encuentran un hombre blanco refugiado en un poblado ya que se le busca por asesinato); un tal Ventvögel (ausente en la película), y el misterioso Umbopa (que en el film no aparecerá hasta mucho más tarde).
La ruta es similar: han de cruzar un desierto (aunque en la película esa travesía ocupa poco metraje, mientras que en la novela Haggard se detiene en narrarnos las penurias de los expedicionarios, especialmente la sed producto de la falta de agua) y unas montañas nevadas (los senos de Shaba), en donde abandonarán el cuerpo de Ventvögel, muerto de hambre y de frío y encontrarán el cadáver momificado del aventurero portugués, para acceder después a un fértil valle. Ese momento ocurre ya avanzado el último tercio del film, mientras que en la novela aún falta lo más substancial.
Haggard sitúa en ese valle los restos de una cultura misteriosa y milenaria de la que no vamos a saber gran cosa (como pasaba en “She”). Lo primero que encuentran los viajeros es un camino perfectamente empedrado, el “camino de Salomón”, que los va a conducir hasta el territorio de los kukuanas (Kukuanalandia), tribu que se asienta sobre esos restos milenarios de una cultura que no es la suya. Allí van a descubrir que Umbopa es el legítimo heredero del trono, en lugar de su tío (primo en el film), el malvado rey Twala, que gobierna cruelmente con el apoyo de la terrorífica bruja Gagool (en la película es un brujo), mujer de edad indeterminada, pequeña y retorcida, que dice ser eterna (una versión terrorífica de Ayesha). En la foto del film, el segundo por la izquierda:
Los expedicionarios se pondrán de parte de Umbopa (que se llama en realidad Ignosi) para derrocar al cruel rey Twala. Ello da paso a una extensa descripción de la guerra violentísima entre los seguidores de Ignosi y los fieles a Twala. En la película, en cambio, todo se reduce a un enfrentamiento entre Umbopa y Twala, una lucha a muerte entre ellos dos, que se resuelve en los últimos minutos del film, después del episodio de la cueva del tesoro.
Hay que añadir que Quatermain y sus amigos son tomados en la novela por magos venidos de las estrellas, y que para reforzar la apariencia de su poder se sirven de un eclipse de Luna, que Quatermain sabe que se va a producir en el momento culminante (Quatermain es un cazador que se describe a sí mismo como pequeño y cobarde, quedando claro que su mayor virtud es la astucia, a la manera de Ulises, mientras que sir Henry es un gigantón poderoso, un gran luchador, quizá con Aquiles como referente).
Así pues, en la novela la victoria de Ignosi/Umbopa se produce con la colaboración esencial de Quatermain, sir Henry y Good. Precisamente como pago a su colaboración, Ignosi permite que Gagool, la bruja, los acompañe a la cueva del tesoro, donde al igual que en la película van a quedar atrapados (aunque en este caso, Gagool muere aplastada por la roca que sella la cámara del tesoro). La descripción de Haggard es mucho más rica y nos vuelve a ofrecer (como hará al año siguiente en “She”) la descripción de la civilización desaparecida: unas estatuas gigantescas, que recuerdan las esculturas egipcias. En el film la ambientación es mucho más sobria, sin las gigantescas estatuas, todo y que se apunta un supuesto vínculo con Egipto cuando ven unos bueyes de largos cuernos (como los de las pinturas egipcias, dirá Beth) o se fijan en los ojos de los nativos (que, para la ocasión, son watusis, a diferencia de la novela).
Al final, partirán sanos y salvos los tres expedicionarios, con un buen puñado de diamantes (gracias, una vez más, a la astucia de Quatermain que incluso en el momento más desesperado tiene la sangre fría de cogerlos del tesoro), mientras que en el film el único “tesoro” parece la relación amorosa que se ha establecido entre Quatermain y Beth, una vez ha quedado claro que su marido murió en su empeño de llegar a las minas (para que nadie se escandalice ante una relación adúltera). En la novela, los expedicionarios encontrarán ya de vuelta, en un oasis del desierto, al hermano desaparecido de sir Henry, con lo cual el final feliz es más redondo… y sin faldas.
En resumen, una magnífica novela de aventuras, con algunos momentos descriptivos de gran fuerza (la guerra entre los dos bandos de kukuanas) y una nueva remisión al tema de las civilizaciones perdidas, que fue adaptada de manera muy libre para la pantalla, pero aun así Compton y Marton entregaron un film de aventuras canónico, de ritmo apabullante y deliciosamente fascinante.
Queda quizá como reflejo de los tiempos que entre las varias imágenes de animales que se incluyen (las típicas de segunda unidad, aunque también hay una araña gigantesca que canta por soleares, y en contraste una estampida filmada de manera extraordinariamente convincente), se incluye la muerte de un elefante abatido por los disparos de los cazadores que a mí personalmente me dejó mal cuerpo y que en mi infancia seguramente me hubiera dejado completamente indiferente a la suerte del animal y solo hubiera gozado del elemento aventurero, exótico, espectacular.