Yo creo que la reflexión es más compleja. El amor que lleva incorporado David solo se activa si su propietaria (en este caso Mónica) decide hacerlo, y en todo caso es una activación que no tiene marcha atrás, lo cual para el niño-robot es, en cierto modo, una condena, porque si no es correspondido no tiene mecanismos de defensa. Su condena es milenaria porque va a estar "hibernando" bajo el agua a la espera de esa "hada buena" que lo convierta en humano, como el Pinocho del cuento, y con ello poder disponer de la capacidad de amar (lo cual quiere decir poder hacerlo o no) según hacen los seres orgánicos, no por un programa de fábrica como los mecas, que no da alternativas. Además, como se ve en ese segmento final del film, hay otra característica humana que el niño-robot nunca ha tenido, y es la del sueño: al final, además de pasar un día con su madre (una falsa madre, una mera representación virtual... lo cual siempre me ha parecido extremadamente cruel, eso lo digo para los que dicen que el film es ñoño), podrá finalmente dormir. Aldiss también finaliza la trilogía permitiendo que David adquiera la capacidad de soñar, con su nuevo cerebro (se supone que orgánico, no mecánico). En definitiva, sí que el amor está sin duda presente en la reflexión a que nos lleva el film, pero no de manera que sea el único elemento en juego, hay mucho más, y sumamente enigmático (para los robots, para los humanos y para esos supermecas, lo sean realmente o no, venga del espacio exterior o se hayan generado en la Tierra).