Menudo peliculón, los cuatro actores están fabulosos en especial Andrew Scott. El uso de los espacios, la música de los 80 (¡The power of love como cierre es impresionante!), la fotografía en penumbra… Un film muy meditado pero a la vez naturalista en su intimismo y tristeza. Andrew Haigh ha firmado un trabajo redondo, un sobrecogedor puzzle emocional que perdura en la memoria días después de verla… Y eso es mucho decir para los estándares del cine actual.