
Iniciado por
T. Kurosawa
Hace unos años, cuando tenía yo 17 o 18 y el sestercio era moneda corriente, tres amigos y yo decidimos hacernos una de nuestras habituales excursioncitas por la sierra de Madrid; quedamos a las 7:30 de la mañana para coger un autobús y aprovechar bien el día, pero yo llegué media hora tarde, y tuvimos que tomar otro autobús.
Mientras me esperaban, uno de ellos sufrió un enfriamiento estomacal que empezó a hacer efecto: a la hora de haber subido el pobre hombre se cagaba encima, el autobús ya no hacía paradas (se había bajado todo el mundo, estábamos solo nosotros cuatro) y quedaban casi 30 minutos de trayecto. Le dijimos que porqué no se lo decíamos al conductor, y él insistía: "no pasa nada, yo aguanto", pero cada vez estaba más amarillo y asfixiado.
Cuando quedaban 10 minutos de trayecto el hombre ya no podía más, pero insistía en que le daba mucha vergüenza decirle al conductor que parase. "Dadme una bolsa y unos clinex" dijo con un hilo de voz. Rebuscamos entre las mochilas y lo único que encontramos fue una bolsa de pan bimbo en la que habíamos guardado un bocadillo y un par de servilletas de papel. El tio cogió la bolsa y las servilletas, se fue a los últimos asientos y encajó la cabeza entre dos respaldos. Los otros tres que quedábamos empezamos a descojonarnos y hacer chistes malos: "esta situación es rara que te cagas...". El conductor no parecía darse cuenta, y pensaba que el ir y venir era cosa de chavales, pero nosotros no podíamos aguntarnos la risa.
Al indispuesto le fue cambiando la expresión paulatinamente, desde la profunda angustia hasta el placer, hasta que finalmente, con una sonrisa de oreja a oreja, levantó la mano con el pulgar hacia arriba, ante lo cual casi nos faltó aplaudir. El hombre volvió a donde estábamos nosotros con la bolsa anudada y discretamente oculta a su espalda; a la salida, nos quedamos 10 minutos sin parar de reir en la parada del autobús, y le hicimos una inmortal foto a la bolsa de pan bimbo con dos servilletas y un chorizaco dentro.
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