El guión, ciertamente, rechina en muchos momentos, no está bien engrasado. Quizá hay demasiadas cosas superpuestas. También puede pesar en el personaje interpretado por Lorre el recuerdo de "M". Pero me quedo con la sensación de incomodidad, de desespero que transmite el film, y lo que tiene de incómoda denuncia del clima moral de la Alemania de la posguerra (esos nazis camuflados, reciclados). Hay que recordar que Lorre era un actor judío que tuvo que salir por piernas de Alemania en el 33, como tantos otros, después de haber trabajado con gente como Brecht. Algo de ajuste de cuentas con su pasado hay, sin duda.




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