Una estupenda película, que me impactó cuando la vi en su momento en el cine y que con posteriores visionados la he ido apreciando más todavía.
Un neo-noir (como dicen los modernos) en la que su director, Winding Refn, no inventa nada, pero a la que logra dar una personalidad y una estética retro brillantes, gracias también al director de fotografía habitual de Bryan Singer.
Pero sería un error quedarse sólo en aspecto visual o en su estupenda banda sonora, porque esta película tiene mucho más que simple fachada.
Es una película en la que unas simples miradas, unos gestos dicen mucho más que un diálogo, en la que Ryan Gosling dota a su personaje de un extraño magnetismo y un romanticismo brutal, en la que Carey Mulligan está estupenda en su papel de madre que se siente irremediablemente atraída por su misterioso vecino.
Es brutal también el ejercicio de contención de Gosling, lo que hace que sus actos de violencia sean realmente impactantes (la escena del ascensor es simplemente brillante).
Sin duda una de las mejores películas que se estrenaron en 2011 y una joyita que ganará todavía más con el paso del tiempo.