Va por ahí, caballero. Y tanto que va por ahí. Antes de continuar mi rollo, decir que es pecado de muerte no asistir a esa proyección madrileña de uno de los filmes más auténticos y originales de Viejo Lobo. Un serial-killer nacional totalmente veraz, sin artificios, con atmósfera y mucho sentimiento encontrado. Allá el que se lo pierda.
Y ahora sigamos con el cuento del abuelo...
Pues bien, Paul me reveló que en ese montaje habían colado secuencias porno (no eróticas), y que habían recurrido a un doble para las secuencias de cama, en plan taca-taca-taca... Ya sabéis. Él me contó sus temores, de que pudieran pensar que él era el tipo del metesaca, y que lo hubieran hecho sin su consentimiento. Después de dudar varias veces, nos dispusimos a verlas los dos en soledad, ya digo. De entrada todo bien, incluso a mí ya no me daba fobia el gafapastas y me dejé atrapar por la intriga. Pero cuando llegamos a la secuencia en la que se supone que él, con el cráneo vendado, se pone en función, las secuencias echaban chispas. Claro que usaron un doble. Pero se preocuparon que fuera paquetón, voluminoso, pero de estos con brazos más bien delgados. Ahí fue la explosión máxima. Paul se puso en pie, indignado, con la mirada de licántropo (ya sabéis), y, mientras yo permanecía asombrado y mudo, va y me dice algo así, levantando la voz: "¡Pero bueno! ¡Qué desfachatez!". Yo entendía que se refería al uso del doble sin consultarlo con él, pero no. Entonces siguió: "¡Poner a ese tipo gordo y con esos bracitos canijos! ¿Eso es un doble mío? ¡Serán cabritos!". A mí me entró un ataque de risa que me tiró al suelo, y él, que no se contenía de indignación, me soltó: "¡Y tu no te decojones, joder, que ya te vale! ¡Claro como contigo no va la cosa!". Yo, que no podía ya con mi alma, hasta lloré. Al final termiamos los dos riéndonos de la situación, y las mujeres no podían creerse nuestra historia. Mi mujer muda y seria, pero Elvira también se partió con la anécdota. Y es que Viejo Lobo era la leche. Por eso se le echa tanto de menos.
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A la película hoy día le pondría un 7. No la recomendaría a cualquiera, pero sí a los interesados en su cine, y en el terror nacional. Tiene sus cosas y no es de estas realizaciones casposas sin más.
Por cierto, tengo cientos de anécdotas como éstas que serán contadas de manera mucho más extensa en el libro
Bajo la piel del lobo, que sacaré al mercado cuando sea el momento adecuado. No quiero que sea uno de esos libros que genera el comentario cabrón de: "Para sacar las pelas a costa del amigo muerto". No, incluso lo editaría sin cobrar un euro. Sólo por dejar constancia de que hubo otro Naschy que no todos conocieron. Y gran parte de ese Naschy vivió y compartió conmigo, le pese a quien le pese. Por cierto, de la edición
Paul Naschy, la máscara de Jacinto Molina jamás cobré un euro ni lo solicité siquiera. Dejo constancia escrita porque me apetece decirlo.