A aquellos que no les guste nada el estilo del western mediterráneo (o directamente lo odien: sólo Diós conocerá la razón

) es más que probable que aborrezcan esta película ya desde su primer fotograma:
Django es spaghetti western en estado puro, destilado gota a gota de los mismísimos cimientos que plantó el profeta del género
Sergio Leone tan sólo unos pocos años antes.
Otro
Sergio (
Corbucci) no sólo se nos muestra seguidor de los manierismos y obsesiones del director de
Por un puñado de dólares si no que, en ocasiones, hasta logra superarlos ampliamente: si en los westerns del primero todo es húmedo, sucio o polvoriento, en
Django nos tropezamos con porquería en casi cada rincón del encuadre... tanto es así que ese paisaje embarrado donde se levanta el pueblo en el que transcurre la mayoría de la acción, más parece estar edificado sobre fresca y maloliente mierda que sobre fango.
Si
Leone cocinó sus spaghettis en base a la condensación (y en ocasiones, a la simplificación) de los temas y personajes que más le entusiasmaban del western americano clásico, la película de
Corbucci se podría decir que es la copia bastarda de esta copia, y precisamente ésa es la razón de que muchos de sus elementos aparezcan exagerada, y gozosamente, deformados: antes de que el contador del reproductor del DVD nos marque los primeros cinco minutos de metraje nos da tiempo a "disfrutar" de la tortura a una indefensa mujer a latigazos y del asesinato de, al menos, diez hombres por parte del protagonista... nos queda bastante claro, al asistir a estos primeros compases, que la principal razón que llevó a
Corbucci a rodar esta película fue superar a su maestro en cuanto a reflejar la mayor cantidad de violencia se refiere... y, a poder ser, de la forma más gráfica posible.
Violencia tan extrema, y en ocasiones hasta gore, que a uno no le queda más remedio que acabar por no tomársela en serio, e intentar disfrutarla al máximo como si de un tebeo sádico y colorista se tratara: el más claro ejemplo de esto que apunto lo tenemos en esa escena donde el buenazo de
José Bódalo le corta la oreja a uno de los hombres del mayor
Jackson, para inmediatamente después obligarle a comérsela; una cosa medianamente parecida sólo recuerdo haberla visto en el
Braindead de
Peter Jackson, así que imagináos por donde van los tiros en este aspecto.
Por cierto, ¿tendrá algo que ver la participación de
Ruggero Deodato como ayudante de dirección - en el futuro responsable (nunca mejor dicho) de la infame
Holocausto caníbal- en esta exacerbación de la violencia?
La influencia tanto de
Leone como de
Por un puñado... también se hace algo más que patente en la figura de ese antihéroe que se ve atrapado entre dos bandos rivales, y que intenta sacar provecho de ambos: aunque, en esta ocasión y para estar acorde con el tono pesimista que sobrevuela la historia, la jugada le sale regular al protagonista... acabando al final bastante peor parado que el hombre sin nombre encarnado por
Clint Eastwood.
De igual forma, la figura casi paternal del dueño del saloon (y el único personaje que aquí nos demuestra un mínimo de sensatez) interpretado por
Angel Alvarez, no se diferencia demasiado del encarnado por
José Calvo en la película que inauguró La trilogía del dólar.
Otro tema en el que
Corbucci parece querer superar a
Leone es en el parsimonioso y lento ritmo de la película...al menos así es en su primera mitad: pero quizá lo que la diferencia definitivamente del resto de spaghettis que conocemos es el modo de enfrentarse al rodaje de los omnipresentes duelos, mostrándonoslos como estallidos de violencia caótica y desordenada, y siempre a través de un montaje entrecortado, bastante alejado de los cuidadosos planos secuencias (combinados con primeros planos) que todos nos hemos acostumbrados ya a ver en multitud de cintas del género.
Pero lo que verdaderamente hace de
Django un western original es su aspecto visual, más cercano en ocasiones al fantástico o al terror que a una del oeste: el pueblo embarrado y casi siempre en penumbra, los pistoleros tocados con capuchas rojas y portando antorchas, los cadavéres amontonándose por docenas en el fango, las arenas movedizas - en las que se húnden para siempre las esperanzas de nuestro héroe - o el increíblemente sádico personaje encarnado por un enorme
Eduardo Fajardo, no hacen otra cosa que recordarnos continuamente que estamos ante una película muy poco convencional, que pone a prueba cada pocos minutos nuestra capacidad de asombro como espectadores.
Si la primera mitad de esta maravilla que nos ocupa (aquella en la que el protagonista se enfrenta a los hombres del Mayor
Jackson, y la que a mí me parece más interesante) posee un ritmo fantasmagórico y bastante pausado (...o aburrido, que dirían algunos

) con la llegada de
José Bodalo y los mexicanos aquello ya toma los modos más convencionales de un western de aventuras al uso, cuyo punto álgido sería la trepidante escena del asalto al Fuerte Charriba, puntúada impecablemente por la vigorosa música de
Luis Bacalov.
En cuanto al aspecto interpretativo,
Franco Nero consigue una cosa muy difícil... y es ser aún más inexpresivo que
Eastwood en las películas de
Leone
José Bodalo y
Angel Alvarez está perfectos en sus respectivos papeles, pero para mí quien se lleva la palma es el gran
Eduardo Fajardo: aquí nos compone, de una forma absolutamente memorable, a uno de esos cabronazos fríos, psicóticos e implacables a los que da tanto gusto odiar... y no sería nada descabellado apuntarlo en la lista de los mejores villanos del género junto al
Frank de
Hasta que llegó su hora, el
Indio de
La muerte tenía un precio o el
Sentencia de
El bueno, el feo y el malo.
Resumiendo (por decir algo

)
Django es una película jalonada a base de momentos memorables, que tiene como único fin lograr el máximo impacto posible sobre el espectador, y cuyo hilo argumental o personajes están exclusivamente al servicio de la consecución de estas escenas... y aunque esto pueda parecer como algo negativo en un principio, para mí no lo es en absoluto: la película se ve con absoluto deleite de principio a fín una vez que aceptamos y nos metemos (y no cuesta demasiado meterse, la verdad) dentro de ese arriesgado tono entre surrealista, violento y absurdo que nos propone
Corbucci, en ocasiones mucho más próximo a los desvaríos sadomasoquistas y mesiánicos de un
Jodorowski que a la posmodernidad de
Leone.
Django está increíblemente bien rodada y tiene una música soberbia: es emocionante, original, juega en contra de nuestras expectativas como espectadores y, encima, sale sobradamente ganadora
No se me ocurre qué más se le puede pedir a una película, la verdad