La última vez que pasé El baile de los vampiros en pantallón, ganó por votación popular el verla doblada. Cuando al principio y en el desenlace cambia la voz del narrador, todos me miraban a mí, como si yo tuviera la culpa. Me defendí: "Ya os lo dije: mejor subtitulada que doblada". Y es que con esa edición nos la metieron idem.