Las últimas de Ozon me habían convencido no así la película que nos ocupa. El director intenta emular a maestros de la talla de Verhoeven, De Palma, Polanski o hasta Cronenberg y no hace falta decir que la tentativa le queda muy grande. Los homenajes a Vestida para matar (la presencia del psiquiatra y un museo) o el uso de las pantallas partidas es totalmente gratuito. El giro final puede ser inverosímil (en los films de De Palma también lo eran) pero aquí todo resulta ridículo, absurdo y encima pretencioso (una suerte de psicoanálisis de mercadillo). Todo muy olvidable, salvo los protagonistas, que ponen toda la carne en el asador (y nunca mejor dicho).