Mi crítica:
El aprendiz de brujo es uno de los muchos ejemplos que pueden citarse del nivel tan lamentable e indigno que ha alcanzado el cine de consumo actual. La desidia a todos los niveles de este subproducto es tal que cuesta resistirse no acudir a la comisaría más próxima y presentar una denuncia por estafa.
El arranque de la cinta es un embarullado resumen de lo que podría parecer una inexistente entrega anterior (o un "en episodios anteriores" de una serie televisiva), donde, en épocas antiguas, se asiste al enfrentamiento entre dos facciones de brujos, acabando con la muerte del mismísimo Merlín. La acción pasa a la época contemporánea, y conocemos a Dave, un muchacho de diez años inseguro que busca por todos los medios impresionar a la chica de sus sueños. Por accidente va a parar a una tienda de antigüedades, donde conoce al brujo Balthazar (un Nicolas Cage en su encarnación más histriónica), que le refiere que es el elegido, pero también se topa con el malvado Horvath (un Alfred Molina que, sencillamente, pasa de todo). Esa parte, de cualquier manera, puede que sea lo mejor de la cinta, pues trasluce un tanto ese halo de magia ensoñadora que remite a títulos como La historia interminable (Die unendliche Geschichte, 1984). Es curioso cómo cuando, la acción pasa a diez años después, y el muchacho ha crecido, la película automáticamente se infantiliza en mayor grado al que tenía.
Así pues, se nos presenta a Jay Baruchel como el ya adulto (es un decir) Dave Stutler, un muchacho plagado de inseguridades, y que sólo se siente a gusto con sus trabajos en electrónica para la facultad. El tal Baruchel resulta ser uno de los actores más insufribles que puede encontrarse cualquier cinéfilo; si Cage tiende aquí a la clásica sobreactuación que todos ya conocemos, al lado del repelente Baruchel representa la moderación y mesura más extremas que puedan hallarse. No es un chiste: en verdad Cage queda discreto al lado de este niñato sobre-excitado (a todos los niveles), histérico, parlanchín y gritón.
El resto es el mayor cúmulo de tópicos que pueda uno imaginarse, con muchos efectos especiales (algunos atractivos, como el dragón), al tiempo que el niñato intenta recuperar a la chica que le gustaba y el hechicero malo una matrioska (en serio) que retiene el alma de malvados hechiceros. En medio de todo ello, chistes muy malos, ruido (ingrediente ineludible del mal cine comercial contemporáneo, para que parezca que pasan muchas cosas), explosiones, gritos, más chistes malos, y personajes insufribles y estrangulables (el acólito que Alfred Molina se busca es aún más insoportable que el protagonista).
Y, en medio de todo ello, el remake. Cuando se oyó hablar de esta película se decía que pretendía ser una nueva versión del corto "El aprendiz de brujo" inserto en la maravillosa Fantasía (Fantasia, 1940) de Walt Disney. Bueno, pues en cierto modo es verdad. A mitad de la película el niñato, para impresionar a la nena que le pone, decide usar los conjuros que conoce para limpiar el piso que habita, por lo cual otorga vida a las fregonas y el actor (permítaseme el eufemismo) toma el papel del ratón Mickey en el espléndido film de animación referido, a los sones de la música de Paul Dukas. Y eso es todo. Después, sigue el ruido, los chistes malos... En fin. Avisados estáis.
Fuente: http://www.pasadizo.com/