“GATTACA” (1997): guanina, adenina, timina y citosina.
Jugando con las iniciales de las cuatro bases nitrogenadas fundamentales del ADN encontramos el origen del título de la película. El neozelandés Andrew Niccol no dejó iniciales, nombres y demás referencias al azar. Todo (o casi todo) en “Gattaca” tiene su razón de ser. Los títulos de apertura, al compás de la wagneriana banda sonora de Michael Nyman, muestran las férreas reglas en las que se mueve el universo presentado en la opera prima de Niccol. Los planos detalle de pelos, uñas y células muertas de piel cayendo estruendosamente al suelo riman en consonancia con los nombres del equipo artístico y técnico. Cada “G”, cada “A”, “T”, y “C” de nombres y apellidos aparecen resaltados en negrita.
Resulta descorazonador pensar que un simple análisis de sangre, apenas unos minutos después de nacer, pueda determinar y marcar la frontera entre lo válido y lo desechable; entre la perfección y la imperfección. ¿Puede el espíritu humano venir determinado en los genes? Para Vincent Freeman (hombre libre) no. Sentenciado a cardiopatías desde su nacimiento, sueña con volar desde La Tierra hacia la superficie de Titán, una de las lunas de Saturno. Tan solo una identidad falsa y acciones al margen de la ley pueden hacer realidad su sueño.
En la elitista empresa aeroespacial, “Gattaca”, no hay lugar para la imperfección. En un mundo de seres humanos perfectos, los concebidos a la antigua usanza no tienen más opciones que pasar la pulidora por los radiantes suelos de la agencia. El mundo alrededor de “Gattaca” se nos presenta con un cierto estilo noir propio de los años 50, en lugar de optar por complejos escenarios de ciencia ficción que hubieran disparado el presupuesto del film.
Bajo la falsa identidad de Eugene (bien nacido, en griego) Morrow, (¿Tomorrow? Mañana) un atleta perfecto confinado paradójicamente a una silla de ruedas; Vincent trabaja imparable para lograr su objetivo. En “Gattaca” conoce a Irene Cassini, (el astrónomo Cassini describió en el siglo XVII la separación de los anillos de Saturno) que ocupa un puesto relevante en la agencia y mantiene una relación sentimental con Vincent.
La trama se teje entre la ciencia ficción, el drama y el cine negro. Rodada con un aspecto retro, pero más cercano al que presentan otras películas de ciencia ficción, presenta un clima ciertamente claustrofóbico pero también hermoso. Son dignos de mención los bellos scopes que presentan ciertos planos abiertos y la transparencia del film en su mayor parte. Nada es casual en este universo. La escalera de caracol del apartamento de Eugene es una hélice de ADN de difícil acceso, pero que representa a la perfección que no hay recompensa sin esfuerzo.
Ethan Hawke, Jude Law, Uma Thurman, Alan Arkin y el escritor estadounidense, Gore Vidal, cumplen con creces su cometido. Las interpretaciones son sobrias y equilibradas. El guión es sólido y pese a pecar de cierto didactismo academicista no presenta apenas fisuras. La partitura de Michael Nyman es de excepción, adaptándose de forma suave a todos los pasajes de la película.
“Gattaca” es ya una de las grandes películas de la última década del siglo XX. Cada revisión la honra y engrandece su legado. Posiblemente Andrew Niccol no se haya superado aún a sí mismo, dejó el listón demasiado alto.
Y es que no existe un gen para el espíritu humano. Imprescindible.