Scott en la Antártida (Scott of the Antarctic, 1948), de Charles Frend



Si se trata en este hilo de comentar películas desconocidas de directores más desconocidos aún, confieso que, al menos yo, del británico Charles Frend no tenía noticia hasta la fecha... como director, aunque su nombre ya hizo su aparición en el ciclo dedicado a David Lean al referirnos a Major Barbara (película sobre la que flota el interrogante de a quién dar más mérito como director, si a Gabriel Pascal, el director titular, o a los “assistants in direction”, el propio Lean o el responsable de los diálogos, Harold French). Para acabarlo de complicar, Frend aparece acreditado en Major Barbara como “film editor”, mientras que a Lean se le atribuye la responsabilidad del “montage”.

Sea como sea, al igual que en el caso de Lean, Frend empezó su carrera en la década de los 30 como montador de títulos tan célebres como Goodbye, Mr. Chips, de Sam Wood, o The Citadel, de Henry King, o en varios titulos de Sir Alfred: Waltzes from Vienna, Secret Agent o Young and Innocent.

Ya en los cuarenta, Frend inicia una no demasiado extensa carrera como director, acabando en los sesenta en la televisión, dirigiendo, por ejemplo, episodios de la célebre en su día Cita con la muerte (Danger Man), protagonizada por Patrick McGoohan.

Entre sus largometrajes destaca esta Scott of the Antarctic, a medio camino entre el film de aventuras (algo soso como tal), el biopic de Robert Falcon Scott, el gran rival de Roald Admunsen en la llamada “conquista del Polo Sur”, y el documental. Hay un poco de todo, servido con pulcritud por la cámara de hasta tres directores de fotografía (entre ellos Jack Cardiff), en Technicolor (aparece acreditada la inevitable Natalie Kalmus), la música de Ralph Vaughan Williams, toda una figura de la música contemporánea británica, y un reparto amplio con nombres habituales de la cinematografía británica, empezando por el leaniano John Mills, encarnando al capitán Scott, Kenneth More o James Robertson Justice (incluso Christopher Lee, aunque confieso que no lo he sabido identificar viendo el film).



Scott of the Antarctic es una muestra más de que la Ealing no solo se dedicó a las comedias. Aquí asume además las tareas de producción un viejo conocido nuestro, Michael Balcon. Rodada en el Jungfrau, en Suiza, en Noruega y en los estudios Ealing, la película se adereza con imágenes de archivo rodadas por uno de los directores de fotografía acreditados, Osmond Borradaile, en la Antártida. Se puede, pues, jugar a intentar identificar qué secuencias están rodadas en estudio, cuáles en Suiza o Noruega, y cuáles en la Antártida. El resultado es, en mi opinión, interesante por lo que a la hazaña de Scott se refiere, narrada sin ningún tipo de exaltación patriótica o heroica, con una frialdad (nunca mejor dicho) muy británica, aunque se queda corta en lo que a aliento aventurero se refiere. De fondo , planea la figura alargada de Amundsen, que fue el que finalmente se llevo el “gato al agua” de llegar por primera vez al Polo Sur en 1911.

El orgullo desmesurado de Scott, eso que los griegos llamaban la “hibris”, lo acaba pagando la expedición británica con la muerte de cinco de sus miembros, después de sufrir todo tipo de penalidades (enfermedades, hambre, frío, congelación), forzados a un regreso amargo, una vez vista ondear la bandera noruega en la meta del Polo.



El visionado del film me ha llevado a la reflexión de hasta qué punto estaba contemplando la recreación de una heroicidad o la muestra de una irresponsabilidad malsana. En todo caso, se puede confrontar con un film más reciente, Amundsen, de Espen Sandberg, que nos ofrece la otra cara de la rivalidad entre exploradores.



Diabolik (Diabolik, 1968), de Mario Bava



Frente a la amarga aventura de Scott, la chispeante alegría delictiva de Diabolik (también conocida como Danger: Diabolik). Si en el film de Frend el Technicolor quedaba algo desleído entre tanta superficie blanca, aquí estamos ante toda una explosión de colorines pop, que Bava sabe reflejar con su acostumbrada habilidad para la iluminación de sus películas. Pura pulp fiction, la película se inspira en el cómic italiano del mismo nombre, creado en 1962.



A la hora de visionar Diabolik es fácil pensar en otros ilustres enmascarados: desde el venerable Fantômas de Louis Feuillade a la versión actualizado por André Hunebelle, con Jean Marais como el famoso ladrón.





Pero, por encima de todo, es inevitable pensar en la serie de películas de James Bond, influencia presente a lo largo de todo el film, incluso en los títulos de crédito y en la banda sonora, un pastiche de difícil digestión firmado por Ennio Morricone, que, como no podía ser de otra manera, recurre a una cancioncilla pop para castigar nuestros oídos.



Por si faltaba algo para acercarnos al territorio Bond, ahí está la austríaca Marisa Mell (que responde al filosófico nombre de Eva Kant), para satisfacer el voyerismo de las plateas en celo.



El Diabolik de Bava está interpretado por el inexpresivo John Phillip Law, muy de modo en aquellos años (recordémoslo presente también en otro icónico film pop, estrenado el año anterior: Barbarella), luciendo una variada gama de atuendos:







Completan el conjunto un malo bondiano, Adolfo Celi, que había protagonizado Operación Trueno (Thunderball),



y el esforzado inspector de policía Ginko, que como es de esperar fracasará en todos sus intentos de atrapar a Diabolik. Lo sorprendente es encontrar a Michel Piccoli en tal tesitura.



En resumen, un medianamente divertido film, lejos de las obras mayores de Bava, adecuado si acaso para nostálgicos del mundo pop de los 60. Eso sí, hay que reconocerle al personaje de Diabolik un cierto desparpajo anarcoide, especialmente cuando decide colapsar el sistema poniendo bombas en los centros del poder económico, mientras que para él el dinero no es más que una excusa para retozar con su compañera de aventuras.



El guiño final mirando a cámara de un Diabolik al que creíamos muerto es toda una declaración de intenciones. En todo caso, el personaje no tuvo continuidad en su momento, aunque ahora ha conocido una sorprendente resurrección en forma de trilogía dirigida por los hermanos Manetti, Antonio y Marco: Diabolik (2021), Diabolik: Ginko all’attacco! (2022) y Diabolik chi sei? (2023), que no he visto y que no creo que vea.