One, two,...
PROGRAMA DOBLE: GRANDES CLÁSICOS OLVIDADOS DEL CINE BRITÁNICO
Thorold Dickinson (1903-1984) y Anton Walbrook (1896-1967)
La maldición de los rubís
GASLIGHT (1940, LUZ DE GAS)
Director: Thorold Dickinson.
Productor: John Corfield.
Productor adjunto: Richard Vernon.
Producción: British National Films Ltd.
Distribución: Anglo-American Film Corporation.
Guion: A. R. Rawlinson y Bridget Bolan, basado en la obra de teatro “Gas Light”, de Patrick Hamilton (Apollo Theatre, Londres, 31 de enero de 1939).
Fotografía: Bernard Knowles, en blanco y negro (1.37:1).
Dirección artística: Duncan Sutherland.
Música: Richard Addinsel.
Montaje: Sidney Cole.
Reparto: Anton Walbrook (Paul Mallen/Louis Bauern), Diana Wynyard (Bella Mallen), Frank Pettingell (El señor Rough), Cathleen Cordell (Nancy), Robert Newton ([Vincent] Ullswater), Minnie Rayner (Elizabeth) y Jimmy Hanley (Cobb).
Rodaje: D & P Studios Ltd., Denham, Uxbridge, Buckinghamshire, Inglaterra.
Duración: 1:23:43.
Premier: 25 de junio de 1940 en Londres.
…
Coordenadas espacio / temporales:
Londres / 1865 > 1880
….
Es una lástima que el paso del tiempo haya sepultado en el baúl de los recuerdos a la primera de las dos adaptaciones a la gran pantalla de “Gas Light”, la popular obra de teatro del dramaturgo y novelista inglés Anthony Walter Patrick Hamilton (1904-1962), pues en mi modesta opinión la de Dickinson es superior a la de Cukor.
- Por cierto, ambas coinciden en el título, GASLIGHT, que como acabamos de ver no es el original sino GAS LIGHT, que aunque parezca lo mismo en efecto lo es.
LUZ QUE AGONIZA fue la primera película que George Cukor rodó después de licenciarse en la Armada en la que prestó servicios durante unos meses durante la Segunda Guerra Mundial.
El 15 de marzo de 1945 la misma recibió 2 Oscar de los 7 a los que optaba, mejor dirección artística y mejor actriz, la siempre deslumbrante Ingrid Bergman.
- Ingrid Bergman recibiendo la preciada estatuilla de las manos de su anterior propietaria, Jennifer Jones -
Precisamente ese mismo año (1945) vería la luz la primera de las tres colaboraciones de la actriz con el mago del suspense: RECUERDA, ENCADENADOS (1946) y ATORMENTADA (1949).
Previa a esta última Hitchcock rodó LA SOGA (1948), su primera película en Technicolor y cuyo guion estaba basado en una obra de teatro de… Patrick Hamilton…
Como veis al final todo tiene una explicación…-
Dickinson, como bien reseñó recientemente el compañero mad dog earle, desarrolló una breve carrera como director entre 1932 y 1955 y seguramente las dos cintas que hoy comentaré sean las mejores aun a falta de poder acceder al resto de su (esquiva) filmografía.
La presencia del gran actor austrohúngaro Anton Walbrook sirve de nexo de unión entre ambas donde además ejerce de (elegante y refinado) villano de la función.
Y si la primera es un thriller psicológico la segunda puede encuadrarse perfectamente dentro del cine fantástico con un marcado tono ominoso.
Aunque no tengo intención de establecer una comparativa entre las versiones inglesa (1940) y norteamericana (1944) de la obra de Hamilton lo cierto es que la primera me parece mucho más contundente (y menos romántica) que la segunda.
Por ejemplo.
La versión de Dickinson se inicia in media res con el asesinato por estrangulamiento (el método favorito del citado Sir Alfred…) de la anciana Alice Barlow (Marie Bright) a manos de un desconocido al que vemos buscar con afán por toda la mansión algo que para él es muy preciado. Tanto como para llegar al asesinato.
- Gracias a que el director encuadra el bordado que la anciana estaba realizando en el momento de su muerte conocemos la fecha en la que tiene lugar este (breve) primer tramo de la narración…
Un recurso que más tarde volverá a usar para indicarnos el año en el que transcurre la acción principal de la historia…
En la versión de Cukor, imagino que por mor del Código de Producción, dicha escena no aparece y solo la conocemos muy sucintamente de boca de la protagonista en el momento en el que la pareja regresa a la mansión donde tuvo lugar el infausto suceso.
Aquí además no existe atisbo de un triángulo amoroso entre Paul (Walbrook)/Gregory (Boyer), Bella (Wynyard)/Paula (Bergman) y Rough (Pettingell)/Cameron (Cotten) dado que este último en la versión de Dickinson es un orondo oficial de la policía retirado mientras que la de Cukor lo encarna el apuesto e infatigable compañero de fatigas de Orson Welles.
- Por cierto, aquí se da un pequeño fallo de guion puesto que como he expuesto gráficamente el asesinato tuvo lugar hace 15 y no 20 años...-
Ninguna de las dos, ni LUZ DE GAS ni LUZ QUE AGONIZA, pueden calificarse de whodunit puesto que desde un principio sabemos quién ha sido el asesino de la anciana...
... aunque desconozcamos el motivo exacto del mismo...
Eso sí, si en la versión de Cukor ella, Paula, era sobrina de la víctima - una famosa cantante de ópera - en la de Dickinson es él el sobrino de la misma, una diferencia fundamental puesto que añade un plus de sordidez a la trama de la que carece la primera.
Además Walbrook no solo es un actor mejor que Boyer (que para mí siempre se manejó mucho mejor en la comedia que el melodrama) sino que su personaje es mucho más amenazante y está más desequilibrado, además de ser un Don Juan empedernido capaz de mantener un diálogo con la más joven de las dos criadas de la mansión, Nancy (Cathleen Cornell), que difícilmente hubiese pasado el filtro de la censura norteamericana…
- Como podéis comprobar al hacer capturas de pantalla con subtítulos la imagen se anamorfiza...-
Y aunque la prematuramente fallecida Diana Wyndyard (1906-1964) – nominada al Oscar a la mejor actriz por su papel en CABALGATA (1933), de Frank Lloyd – carezca del glamour de la inmarcesible Bergman su trabajo interpretativo me parece superior, más introspectivo y además carece de los amaneramientos típicos (aunque en numerosas ocasiones arrebatadores) de la actriz sueca.
Por ejemplo, su mirada a los niños que juegan en el parque y que expresa de manera muy sutil su deseo de haber sido madre, algo que no puede estar más lejos de las intenciones de su esposo.
Dickinson, gracias a su estrecha colaboración con el imaginero Bernard Knowles (1900-1975) [quien ya había colaborado repetidamente con Hitchcock (39 ESCALONES [1935], EL AGENTE SECRETO [1936], SABOTAGE [1936], INOCENCIA Y JUVENTUD [1937] y POSADA JAMAICA [1939])…
… curiosamente solo se saltó ALARMA EN EL EXPRESO (1938) en donde la señora Froy – “La dama (que) desaparece” – estaba encarnada por la deliciosa Dame May Whitty y que, casualidades de la vida, tiene un pequeño papel (de vecina del matrimonio) en la versión de 1944…
…, consigue un muy acertado ambiente opresivo bastante superior al ideado por Cukor y Ruttenberg.
Al final, el tan ansiado botín, unos rubís valorados en 20.000 libras esterlinas, se encontraban en el lugar menos esperado...
Dickinson, al igual que antes Hitchcock, nos indica a través de los objetos, en dónde se encuentra la clave del enigma, en este caso en el camafeo de la anciana asesinada...
- Y no, no es la misma captura de pantalla que la anterior, fijaos en la mirada de Paul...
... y que como se puede apreciar siempre estuvo al alcance de sus manos...
El castigo será directamente proporcional al daño causado y por eso al final será él y no ella la que acabe en un manicomio debido a ese influjo que yo asimilo a una maldición y por ello me he permitido la licencia de usar dicha palabra al inicio de los respectivos comentarios.
Mi tesoro...
En cualquier caso un excelente thriller al que convendría volver a revisar y si se tercia ver a continuación la para nada despreciable, todo lo contrario, obra de Cukor, Boyer, Bergman y Cotten.
Ah, y se me olvidaba.
La doncella que da la voz de alarma cuando descubre el atroz crimen es la encantadora protagonista de la maravillosa EL QUINTETO DE LA MUERTE (1955), de Alexander Mackendrick, al que algunos de los aquí presentes dedicamos una revisión de su obra...
Y dado que empieza el periodo lectivo…
Calificación global del visionado: Notable.
Pero esto no ha acabado aquí porque ahora le toca el turno a…
La maldición del secreto de los naipes
o
THE QUEEN OF SPADES (1949)
T. O.: LA DAMA DE PICAS
Director: Thorold Dickinson.
Productor: Anatole de Grunwald.
Productor adjunto: Jack Clayton.
Producción: An Anatole de Grunwald production / Associated British Picture Corporation.
Distribución: Associated British-Pathé.
Guion: Rodney Ackland y Arthur Boys, basado en el cuento “La dama de picas” (1834), de Aleksandr Pushkin.
Fotografía: Otto Heller, en blanco y negro (1.37:1).
Diseño de producción y vestuario: Oliver Messel.
Dirección artística: William Kellner.
Música: Georges Auric.
Montaje: Hazel Wilkinson.
Reparto: Anton Walbrook (Herman), Edith Evans (La vieja condesa [Ranevskaya]), Ronald Howard (Andrei), Mary Jerrold (La vieja Varvarushka) y Yvonne Mitchell (Lizaveta Ivanovna) + Anthony Dawson (Fyodor), Pauline Tennant (La joven condesa), Miles Malleson (Tchybukin), Athene Seyler (Princesa Ivashin), Michael Medwin (Hovaisky), Maroussia Dimitrevitch (Cantante zíngara), Ivor Barnard (Librero [judío]) y Violetta Elvin (Bailarina zíngara).
Rodaje: Welwyn Studios, Inglaterra.
Duración: 1:35:00.
Premier: 18 de marzo de 1949 en Londres.
…
San Petersburgo, Imperio Ruso / 1806 > 1746 > 1806
…
Al contrario que la cinta anterior esta – ya adelanto – espléndida película careció de estreno en salas comerciales en nuestro (por entonces paupérrimo) país.
THE QUEEN OF SPADES toma como base un breve (pero excelente) cuento del gran Aleksandr Pushkin (1799-1837) y que habitualmente ha sido traducido al idioma de Cervantes como “La dama de picas”…
Si en LUZ DE GAS la historia transcurría en la Inglaterra victoriana la de “LA DAMA DE PICAS” lo hace en la Rusia imperial.
De nuevo la codicia será el eje alrededor del cual girará toda la trama e igualmente el desenlace conducirá a la locura a su protagonista (allí Paul, aquí Herman, ambos [magníficamente] encarnados por Walbrook).
Y de nuevo la protagonista (allí Bella, aquí Lizaveta [una igualmente excelente (y hermosa) Yvonne Mitchell (1915-1979)] no será más que el vehículo del que se servirá Herman para poder acceder a lo que más ansía: el poder y la riqueza.
Aquí no solo la trama es mucho más intrincada y apasionante sino que el trabajo conjunto de Dickinson y – en este caso – Heller deviene capital puesto que estamos en los dominios del fantástico (con unos toques de terror de lo más jugoso) de forma que lo que antes eran grises ahora se transforman en negros profundos.
Además el uso reiterado de los espejos (y que me ha producido un serio quebradero de cabeza recogerlos todos dado que mi memoria cada vez es más frágil…) y que normalmente nos muestran la verdadera naturaleza de los que en ellos se reflejan pero también sus anhelos más profundos y también las grandes decepciones que nos depara la vida...
- Herman -
- La joven condesa -
- La vieja condesa y Lizaveta -
- La vieja condesa, Lizaveta y Fyodor, el crápula de su nieto -
- Lizaveta -
- Fyodor y Lizaveta -
- Lizaveta -
- Lizaveta -
… es un ejemplo perfecto de la excelente puesta en escena de su director, muy superior a la de la cinta anteriormente comentada y que no era precisamente moco de pavo…
Herman, un capitán de ingenieros que carece de influencias para poder progresar dentro de la carrera militar y profundo admirador del invasor Napoleón Bonaparte (la acción principal transcurre en 1806, o sea, cuando el poderío francés estaba en todo su esplendor)…
- De ahí, ese cartel del emperador francés que preside la modesta habitación en la que malvive Herman e igualmente su indumentaria y hasta su forma de moverse que le hace parecer todo un emulo del pequeño emperador corso.
… vendería (literalmente) su alma a Satanás si pudiera llegar a ser ALGUIEN (así, con Mayúsculas) entre la flor y nata de la sociedad rusa...
El azar (¿o tal vez el influjo del que fue el más querido antes de su caída?) llevará a Herman a entrar en una pequeña y escondida librería regentada por el arquetípico judío (y que ahora se consideraría altamente ofensivo)…
… será el pistoletazo de salida de esa carrera en pos de lo que un principio no parece más que una quimera.
Curiosamente el libro maldito que le permita llevar a cabo sus planes se encuentra escondido detrás de un volumen titulado (lógicamente, dada la naturaleza del personaje)...
Dicho libro es una una especie de Necronomicón prelovecraftiano denominado...
Tan pronto como sale de la siniestra librería nuestro protagonista se pone a leer ensimismado el volumen y más en concreto su capítulo IV, “El secreto de los naipes”, el cual sirve de introducción al único flashback de toda la película y que tiene lugar en 1746 (o sea, hace 60 años) y donde somos partícipes de la susodicha maldición que afecta a todos los que han accedido a dicho secreto…
Un espléndido flashback de corte claramente terrorífico y con explícitas referencias visuales al mejor cine mudo fantástico.
De hecho, la película bien podría haber sido rodada en los años 20 gracias a una puesta en escena más cercana al expresionismo que al cine de género de la época.
Un conde que bien podría ser la encarnación del mismo Satanás o sino de uno de sus (muchos) discípulos y del que solo atisbamos a visualizar sus manos.
Unas manos que se dedicarán primero a moldear la figura de sus víctimas y más tarde, cuando se haga con ellas, sus almas...
... y que hará partícipe de su secreto (el de los tres naipes) a la condesa Ranevskaya (de joven Pauline Tennant, de anciana (una absolutamente espléndida) Edith Evans [1888-1976]), a la que se considera como la mujer más bella (y deseable) de toda Rusia...
Un secreto que, como decía, conlleva a su vez una terrible maldición.
Dickinson, gracias a su soberbia puesta en escena, convierte este tramo, que en buena medida está narrado a través de una elipsis, en uno de los mejores (y ya es decir) de toda la película y deja bien a las claras el (alto) precio que ha tenido que pagar la hermosa condesa para poder recuperar en el juego la fortuna que uno de sus (numerosos) amantes le birló tras una noche de pasión.
Y sublime la escena en la que la condesa (Pauline Tennant) ruega fervorosamente a la Virgen que le perdone por sus (atroces) pecados…
La respuesta de esta es ciertamente contundente...
Alea jacta est...
Herman, a pesar de lo leído, ve su oportunidad de lograr fama y riqueza si es capaz de que la (ahora) vieja condesa le confiese su secreto cuando está en el ocaso de su vida y ya no le sirve de nada pero el juramento que le hizo al conde (o más bien al ente que se escondía en su interior...) le impide transmitirlo a otra persona.
Y, como todos sabemos a estas alturas, el fin justifica los medios y por ello Herman no tendrá el más mínimo reparo en conquistar el corazón de la tímida y hermosa pupila de condesa, Lizaveta (Yvonne Mitchell)...
... como medio de poder contactar con la anciana (que me recuerda en muchos aspectos a la señorita Havisham de “Grandes esperanzas” (1861), de Charles Dickens > CADENAS ROTAS (1946), de David Lean).
Dickinson nos regala una escena especialmente jugosa donde mezcla por un lado la metáfora de la tela de araña que está tejiendo Herman alrededor de su presa (Lizaveta) y por otro - y lo que es todavía más osado - una nada subliminal referencia a un orgasmo femenino soto voce mientras ella acaricia (casi lascivamente) las cartas tan románticamente efusivas que le envía su amado y que, por su puesto, no surgen de su fértil imaginación...
... sino de...
O sea, a la inversa de lo que hacía Cyrano.
Aunque no me canso de ensalzar el trabajo tras las cámaras de Dickinson y Heller, no es menos destacable el excelente guion de Ackland y Boys dado que el cuento de Pushkin escasamente supera las cuarenta páginas (de la 21 a la 65 en la edición que indico arriba y que es la que yo he adquirido vía Amazon dado que no encontré ni un solo libro del autor (¡!) ni en la FNAC ni en La Casa del Libro (¡¡!!)) y, por tanto, el desarrollo de los personajes y la negrura de la trama les pertenece en buena medida.
El tan anhelado encuentro entre el villano y la vieja condesa nos proporciona otro de esos momentos mágicos que aproximan la película al gótico más desenfrenado, especialmente esa mirada de la anciana (solo la mirada pues no pronuncia ni una sola palabra) primero en vida...
... y luego más allá de la muerte...
... todo un zoom sin serlo...
Y una escena típicamente buñueliana como es el momento en el que Herman acude al funeral de la condesa y...
Finalmente el espectro de la anciana revelará a Herman el tan ansiado secreto...
Y parece que todos los augurios son favorables...
... el tres...
... el siete...
... y el as...
... ¿o no será más bien... la dama de picas?...
Porque después de todo, ¿quién puede engañar al rey de los engaños?
En verdad que me resulta incomprensible que una película que se adelanta notablemente a los primeros clásicos del género de la Hammer y a los que supera a la hora de sugerirnos un horror en la línea de los mejores títulos de Val Lewton no sea considerada como una de las obras cumbres del mismo y que bien podría haber servido de fuente de inspiración a su compatriota Terence Fisher y todavía más al gran Mario Bava, especialmente al tercero (y tal vez mejor) de los segmentos que componen su magnum opus, LAS TRES CARAS DEL MIEDO (1963), si obviamos lógicamente el (espléndido) uso del color por parte del maestro italiano.
Todo un descubrimiento de un director al que hasta la fecha desconocía por completo.
Calificación global del visionado: Sobresaliente.
Buenas noches y, buena suerte.
P. D. Y una buena dosis de fármacos porque la presente reseña me ha dejado para el arrastre...
... y todavía mañana queda...
... three, four...
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) y que normalmente nos muestran la verdadera naturaleza de los que en ellos se reflejan pero también sus anhelos más profundos y también las grandes decepciones que nos depara la vida... 













































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