Pues me he pasado por el hilo en cuestión. Veo lo de siempre. Jamás entenderé (y esto viene de lejos) que sean más aguerridos los detractorres que los amantes de las películas a la hora de discutir. Yo suelo defender a muerte mis películas más adoradas, por lo mucho que significan para mí, pero no pierdo en tiempo con las que no me interesan tanto o no me gustan nada. Hay muchos hilos en los que ni entro por eso mismo. Y con esto no estoy diciendo que se prohiban las críticas detractoras (Dios me libre y juraría por la Biblia que ésta no es mi intención), sino de que no vale la pena que llegue la sangre al río. En mi última novela (Penumbra), un viejísimo sacerdote traductor de textos en latín llega a expresar que la tolerancia es un bien tan anhelado como difícil de alcanzar. El viejo soy yo.