Mis dos primeros compositores por los que sentí verdadera devoción fueron Ludwig Van Beethoven y Gustav Mahler. Cuando apenas era un jovencito de 12 años, y apenas había escuchado nada de Mozart...tarareaba como un poseso las 9 sinfonías de Gustav de memoria... (tal fue el grado de emoción que me provocó la música de Mahler)...De la décima...eso es harina de otro costal. Curiosamente, mi fervor por Beethoven continúa hoy en día, no así el de Mahler, al cual le veo ciertas costuras. Leyendo la biografía de Mahler por Quirino Principe, la cual recomiendo a todo el mundo, una "boutade" me hizo enervar: el verdadero Mahler no está en sus sinfonías, sino en sus lieder. Como perdonándole la vida... Hoy en día, pienso de manera parecida. Lo que cambia uno con el paso del tiempo. Su capacidad de crear melodías ensoñadoras, de generar atmósferas únicas y evocadoras, creo que encuentra en sus grandes ciclos de lieder su terreno más fértil. La Canción de la Tierra se ha convertido en todo mi referente, un himno, mi descanso, mi trocito de tierra, mi rinconcito particular.
Sin embargo, su obra más famosa posiblemente sea su primera sinfonía, Titán. Para lo bueno y para lo malo ahí tenemos un exponente de lo que fue el bueno de Gustav. Toda su cacharrería está ahí, para el disfrute del personal. Podríamos hablar largo y tendido que realmente la Titán fue su "quinta" sinfonía, que las cuatro anteriores se perdieron (volvemos al mito de las obras desaparecidas). Pero para lo que realmente estoy aquí es para recordar que originalmente, a sus CUATRO monolíticos movimientos, habría que añadirle un movimiento central (el segundo para ser más precisos) con el que Mahler estrenó la sinfonía. Seguramente el equilibrio de la sinfonía se venía abajo, era ya más un poema sinfónico que una sinfonía...y decidió quitarlo. Y... prácticamente desapareció...hasta estos últimos años. Blumine, florecillas. Un momento íntimo, encantador, lleno de evocación de tiempos mejores, con una orquestación limitada y una estructura prácticamente ABA, se nos rinde ante nosotros una melodía de una belleza inaprensible que la trompeta recita y la cuerda acaricia. Y realmente creo que funciona estupendamente bien como obra singular e independiente.




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