Extraordinaria. La mejor obra de Polanski desde la también magnífica El Escritor.
Y lo asombroso es que consigue serlo desde un prisma casi completamente opuesto en cuanto a tono, dirección, y uso de la música (nula dramatización -quién busque aquí un thriller o grandilocuencia épica no lo encontrará- puesta en escena que renuncia a mover la cámara y apuesta en cambio por un trabajo de composición del encuadre milimétrico y estudiadísimo, partitura austera, dura, breve y sin concesión comercial alguna, que está donde y cuando ha de estar...).
Y sin embargo, el resultado final podría decirse que es el mismo.
Cine grande, cine de verdad.
PD: Ese tema central de Desplat, que por respeto a los increíbles y atroces acontecimientos solo alza el vuelo del todo en los créditos finales, suena a dolor, a denuncia, a reivindicación. Desplat también acusa, como no podía ser de otra forma.




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