Anoche tuve la ocasión de rellenar una gran laguna en la filmografía de Polanski. En VO subtitulada, y aprovecho para alabar la iniciativa del canal Cinematik, que suele emitir las pelis en su idioma original con subs. Pero vayamos a la película.
Tengo la impresión de que, si hubiera escrito esto anoche, después de verla, habría tenido una opinión completamente diferente. Pero es que esta película, en su día maldita, de Polanski, es así. O la amas o la odias. La puedes amar, por ser una obra maestra, o la puedes odiar porque es ridícula, absurda, exagerada, incómoda, rara. Todos esos adjetivos le caben. Incluso el de obra maestra, o al menos a mi me lo ha parecido.
La historia de Trelkovsky, interpretado con suficiente pericia por el propio director, que da el pego con su rostro de pardillo despistao que no se entera de dónde se ha metido, es muy simple. Trelkovsky solo busca un apartamento, en tiempos difíciles, y lo encuentra, en un edificio raro con una arisca portera (Shelley Winters) un encargado viejo y hostil (Melvyn Douglas) y una serie de vecinos a cada cual más raro, de extraños movimientos nocturnos, de extraños comportamientos. En ese apartamento se suicidó, pocos días antes, la anterior inquilina, Simone, que morirá poco después en el hospital.
Y en realidad, esa es toda la historia. Poco más sucede en la película, salvo el absoluto deslizamiento de Trelkovsky hasta los abismos de la locura. No sabemos de los personajes ni un solo dato más desde que nos los presentan. En términos generales, no pasa nada. Y muchos la considerarían una película aburrida. Pero también fascinante.
Polanski tiene que ser un genio, o estar como una cabra, para parir una película así. Hay momentos ridículos, exagerados, increíbles, que te hacen desear apagar y darle dos hostias al Trelkovsky por imbécil. Y al momento siguiente... pasa algo. Algo que te los pone por corbata, te identifica por completo con el inquieto protagonista y te incapacita para apartar la mirada. Y la tensión y la angustia aumentan hasta el alucinante y ambiguo final.
Casi podría decirse que esta película es el reverso de "La semilla del diablo". [spoiler:ecb36e5e45]Ambas películas cuentan con dos personajes similares, jóvenes, inseguros, frágiles, ambos en un viejo edificio victoriano, y creyéndose víctima de una conjura por parte de los vecinos. Pero donde en "La semilla" la conjura contra Mia Farrow resultaba ser real, y no fruto de su locura, aquí Trelkovsky está como una cabra, y los personajes no son lo que creía(mos) que eran. [/spoiler:ecb36e5e45]
Delirante obra maestra. No me extraña nada que en su día, crítica y público la rechazaran por rara. Pero rara, rara.