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Tema: El renacido (The Revenant, 2015, Alejandro G. Iñárritu)

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  1. #11
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    Predeterminado Re: El renacido (The Revenant, Alejandro G. Iñárritu, 2015)

    Rodé esta película porque quería pasar la resaca de Birdman en un lugar tranquilo…

    Bien, echa ya la obligada gracia con mi Nick, debo decir que a pesar de que fue el director mexicano el que inspiró mi elección, no se trata de mi director favorito, y desde luego no me obsesiona en absoluto. Lo mismo con The Revenant, de la que cogí mi imagen de perfil. Por otra parte, ambos, el cineasta y la película, me gustan mucho, pero yo ni siquiera sabría decidirme por mi comida favorita. Tengo mucho que decir, así es que cojo aire y al lío.

    Lo que sabemos, lo objetivo, es que es esta una de las películas más aclamadas de los últimos tiempos, por encima de sus nada discutidos 3 Oscar (director, actor y fotografía). A día de hoy, también ha quedado patente que los pocos detractores, sean críticos especializados o público poco convencido, coinciden en sus puntos débiles sean estos perdonables o no: el peso del metraje, el ritmo lento y una historia mínima con problemas para conectar y transmitir a todo el mundo.

    Lo imposible de rebatir a “El Renacido”, es que goza de una calidad técnica sublime. Y es que Emmanuel Lubezki rivaliza en protagonismo con Di Caprio a cada plano, nunca mejor dicho. Yo no sabría decir dónde acaba la calidad y dónde empieza el estilo de este director de fotografía que ya entusiasmó en The New World, Children of Men, The Tree of Life, Gravity o Birdman, pero sí sé que su talento es capaz de abrir la boca a espectadores que ni tan siquiera saben en qué consiste su trabajo. Y es que este escultor de luz ha ido cogiéndole el gusto desde hace mucho a la luz natural para dotar sus trabajos de una atmosfera que extrañamente mezcla la belleza poética con el hiperrealismo, unos colores prácticamente inéditos en el cine comercial. El dato, el de que la película está rodada por completo sin luz artificial, se une a la Arri Alexa 65, la cámara digital que le ha permitido captar la baja luminosidad de ese invierno inhóspito con una claridad prístina que el grano de la película de alta sensibilidad enturbiaría irremediablemente. ¿Y qué vemos filmado como si fuese una ventana a otro lugar? ¿Un callejón neoyorkino? Pues no, las más increíbles tierras salvajes en las Montañas Rocosas canadienses, parques nacionales de Alberta, bosques de la Columbia Británica, cataratas de Montana, o incluso Tierra del Fuego en Argentina. Así es como recipiente y contenido cuadran y están a la misma altura, una cúspide. El azul de un atardecer frío, los verdes de la vegetación, los blancos de la nieve, los amarillos y naranjas en el fuego, el agua y muchos cielos. Todo me resulta espectacular. Si la película fuera solo eso, un cruce entre Ron Fricke y Terrence Malick, yo ya la amaría y no podría no querer atesorarla.

    Si esa cosmovisión está ahí para subyugarnos, la lente a través de la cual miramos no podría lucirlo más. Normalmente la ubicación de la cámara, los movimientos que esta realiza o la distancia focal empleada son factores que pasan desapercibidos para el espectador medio (aunque inconscientemente sí que influya), a pesar de que estos sean ciertamente correctos o notables, salvo en algunos planos sueltos diseñados especialmente para sorprender. Sin embargo, el director Alejandro G. Iñarritu nos traslada a su historia como si de un sueño se tratase, en cuanto que los ojos con los que miramos son un ente etéreo que corre, gira, vuela, se sumerge, se acerca, y se detiene en los detalles que conforman la acción. Sin cortes, “porque el montaje sería un truco, y lo que vemos está sucediendo realmente”. Como un reportero de guerra, o un documentalista con el don de la oportunidad nos movemos frenéticamente para ser testigos de acontecimientos reservados solo a la experiencia real. Este es el valor de un plano secuencia en “El Renacido”, no el alardeo gratuito, sino el golpe de efecto que junto a la mencionada fotografía resulte en la inmersión total.

    Y si el movimiento sorprende, su contrapunto en la paciente quietud nos regala otros momentos fuera de la acción, contemplativos, en los que una belleza primitiva evoca precisamente la hondura emocional que esconde el consabido esteticismo al dejarnos “a solas” en aquel paraje desolador, sin más remedio que respirar el ambiente de una ficción que no lo es. Quizás te conmueva, quizás te haga pensar en la historia que se nos narra, o se discurra por derroteros más personales que te sugieran las imágenes. También hay quien mira el reloj, pero no soy yo.

    No podemos olvidar el uso de grandes angulares (hasta los 12mm.), unos ángulos de visión tan amplios que no temen la deformación de la imagen para abarcar los paisajes y la acción de una forma paradójicamente irreal y ubicua. Imágenes que nuestro cerebro interpreta correctamente, pero que si estuviéramos allí no podríamos formarlas sin mirar de izquierda a derecha, arriba y abajo. Personalmente me gusta mucho lo que aportan, en sintonía con la idea del “más real que la vida”.

    He mencionado la inmersión al realismo poético que se nos propone, creada gracias a lo que vemos y desde dónde. Pero además del estímulo visual, y por fortuna, el aspecto sonoro camina en la misma dirección. En este punto los agradecimientos son para Ryuichi Sakamoto y Nicolai Carsten (aka Alva Noto), dos artistas del sonido con gusto por la electrónica experimental. Sin duda, una banda sonora atípica en este tipo de films: escasos apuntes melódicos, efectos electrónicos, el uso de los silencios, y una apariencia poco musical, minimalista. Este sonido es lo que siente Hugh Glass (Leo DiCaprio), desasosiego, densidad en el vacío. La falta de grandilocuentes orquestas favorece una sensación más orgánica, con toques oníricos y que alientan la fascinación. Es sutil y no reclama ninguna importancia indebida, pero dirige el tono ominoso de la epopeya y apoya el aura naturalista de la obra.

    Creo que estos tres puntos expuestos, trabajo actoral aparte, son los que no han dejado a nadie indiferente y han provocado un “¡GUAUU!” casi unánime.

    [Este análisis concluirá en mi siguiente post, donde hablaré de la pretenciosidad, la historia, el ritmo, el vaho en la cámara y algunas cosas más]
    Última edición por Iñarritu; 10/12/2016 a las 02:19

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