Bueno, ya se estrenó y ahora puedo comentar a dolor.
La película quizás sea el canto de cisne de Schrader.
Igual el que la ve no sabe lo que es el trascendentalismo, que es la clave de la película y a ello remite el título original, First Reformed.
https://es.wikipedia.org/wiki/Trascendentalismo
Pero el cinéfilo puede intuir ese volver a los orígenes con el formato 4:3 y una planificación y una puesta en escena a lo Dreyer o a lo Bergman que le saca a los colores a Trier que admira a esos mismos referentes pero que hace mucho que se ha dejado llevar por un efectismo formal porque él lo vale y es lo que se espera de su cine. O a un Malick, otro trascendentalista prisionero de lo formal.
De Schrader ya nadie esperaba nada. Y por eso la película es la maravilla que es.
Schrader, que ya no tiene nada que perder ni que demostrar, se marca una peliculón que habla de que aquello que le hacemos a la naturaleza, al mundo, a lo material, es lo mismo que nos hacemos nosotros mismos en lo espiritual. Como decían los trascendentalistas americanos, que se venían venir el apocalipsis, no solo ecológico y material, si no espiritual de la cultura americana.
Y por eso se equipara la devastación ecológica de las grandes empresas con la devastación espiritual, con esas mismas empresas financiando organizaciones religiosas que son más parques temáticos, museos o grupos de autoayuda que verdaderas religiones. Cuando Toller, desesperado, habla de lo que hacemos con la naturaleza, en realidad quiere hablar de lo que hacemos con nuestras almas.
Por eso el ecologista, que es un materialista concienciado se suicida al ver que no hay respuestas más allá de lo contingente, ni tan siquiera abstracciones como el amor y la paternidad. Y por eso Toller recoge el testigo, movido por una fe agónica, torturada, mística (una noche oscura del alma, digamos) que hace referencia directa al terrorismo de origen religioso de una forma muy audaz.
El final es brillante, porque nunca sabremos si Toller realmente ha perdido del todo la cabeza o realmente existe algo trascendente encarnado en símbolos que pueden ser la madre naturaleza, una mujer embarazada de otro hombre llamada María o una iglesia antigua de la que todo el mundo se burla y profana que, quizá, en el fondo, esconda una verdad que ya nadie ve.
Todo eso contado con una austeridad casi primitiva en lo formal y no por eso menos fascinante. Y Ethan Hawke está inmenso.




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