Bueno, aquí creo que hemos llegado al meollo del asunto. De lo que estamos hablando queda claro que el sistema actual es el que es, hasta ahí yo estoy de acuerdo con todo lo dicho. El actual modelo económico se basa en unas premisas bastante sencillas, básicamente la obtención del máximo beneficio. Bajo esa óptica la decisión de llevar tu producción al sitio donde los costes son menores es la única lógica.
Luego está la segunda derivada (y aquí ya puedo empezar a discrepar) que es la que nos quiere hacer creer que este modelo económico es el mejor de los posibles.
Según esta teoría el modelo presente es el mejor para todos a medio y largo plazo (a corto plazo es obvio que es mejor sólo para algunos). Yo no digo que esto no sea verdad (yo creo que no, pero es mi opinión y estoy muy lejos de conocer teoría económica a fondo así que mi opinión es escasamente relevante). Lo que me niego es a que esto se acepte como dogma de fe. El modelo actual es uno sólo de múltiples posibles y debe estar sujeto permanentemente a crítica y revisión, por favor, no asumamos que es el único posible o el mejor de todos los posibles porque entonces perderemos nuestra capacidad de crítica y mejora.
La tercera derivada es una cosecuencia perversa (una cláusula de cierre de la segunda), y nos dice que el sistema actual no se puede cambiar. A esto es a lo que creo que nos debemos negar de manera rotunda. El sistema podrá ser el mejor, o el más deseable, pero, desde luego, se puede cambiar, bastaría para ello que quisiera una mayoría.
Si no, apaga y vámonos, si creemos (y nos conformamos) en un sistema en el que bajo una pretendida democracia se esconda el gobierno de unos pocos (benevolente o no) y que limite la intervención de la voluntad de la mayoría a cambios meramente cosméticos del sistema, si no creemos que todo se puede cambiar, entonces (de nuevo en mi opinión), la diferencia de nuestra situación con la esclavitud es sólo de matiz.
Si este es el caso, me resultará imposible describirlo mejor que Orwell
Saludos,“Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.”