Crítica de Lluis Bonet en La Vanguardia:
Quitarle el taxímetro a la vida
Si -tal como escribió Baroja, Don Pio- "en la vida no se puede ser más que mendigo, ladrón o asalariado", cuando, en la cincuentena, se pierde esta última condición, tal vez haya que recurrir a la segunda y ejercer el latrocinio. Pero también entre los malhechores existen clases, pues algunos incluso están bien vistos socialmente y lucen espléndidas cuentas corrientes y bienes inmuebles.
Verse expulsado de la vida laboral a los 50 años constituye toda una odisea sobre la que el realizador catalán Jo Sol edifica en El taxista ful una original, atrevida mixtura de documental y ficción cuyo estilo, entre directo y sencillo, camufla un arduo trabajo de seguimiento cámara al hombro de conversacones y situaciones, hasta conseguir un material luego laboriosamente ensamblado en la sala de montaje.
Película con secretos no desvelados, lo cual también tiene su encanto, El taxista ful aprovecha y recrea, en imágenes donde hay más realidad que invención argumental, la pequeña y dramática odisea ded un hombre maduro cuyo mundo, incluido el familiar, se desmorona al quedar en paro. Su modo de sobrevivir ocurrió realmente: por la noche robaba taxis en los parkings y ejercia de taxista ful con irreprochable profesionalidad. De madrugada devolvía en vehículo, dejando en la guantera algo de la recaudación registrada en el taxímetro, para abonar la gasolina y resarcir de algún modo al taxista verdadero.
El taxista ful no sería la película que es de no contar con Pepe Rovira, prodigioso no actor. Rovira es uno de esos tipos socráticos que, sin ahber pasado por la universidad, poseen una infinita inteligencia natural para analizar el belicoso, inhumano mundo que les rodea, sin tampoco excluir una acerada autocrítica. Este honrado ladrón debe finalmente abandonar su domicilio, el cuchitril donde vive, para huir de un proceso que puede llevarle a la cárcel.
Auxiliado por movimientos alternativos barceloneses, sobre los que la película constituye asimismo un valioso documental, el protagonista, hombre perplejo pero sabio, no deja de cuestionar a los jóvenes que le auxilian a partir de sus propios y rebeldes esquemas de lucha.
Historia de un derrotado cuyo navio personal nunca pierde la derrota, ignoramos si Pepe Rovira revive una experiencia propia o ajena. En cualquier caso, El taxista ful no cae en la demagogia previsible y se erige en una película insólita, emocionante y divertida.