Deslumbrante y conmovedora. El viejo Miyazaki, como siempre, se aferra a la esperanza, aunque éste sea un mundo desquiciado.

Como siempre, como nosotros, sus personajes se ven obligados a vivir en un mundo que no es el que deseaban, y a dar lo mejor de sí en un trabajo que les viene impuesto...

A destacar el gusto de los orientales por el paisaje y los, casi inevitables, primores de acuarelista.




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