Pues añadiría que es una película que me encanta y que, dejando aparte el tema racista que impregna toda la cinta, me fascina la relación de amor que se establece entre los personajes encarnados por Gregory Peck y Dorothy McGuire (que ya había trabajado con Kazan en su debut como director) a través de la mirada. Fijáos bien cuando la veáis.
Y una película valiente, antes y ahora, que mereció un justo Oscar.
No deja de ser paradójico que el tema del antisemitismo fuese tabú siendo todos los magnates de la meca del cine judíos.
