Pues mis favoritas de Henry Mancini son "Días de vino y rosas", "Sola en la oscuridad" (Audrey Hepburn ciega) y "Odio en las entrañas" (Richard Harris y Sean Connery en la mina de carbón ennegrecidos). No son las más alegres, no, aunque la última es más melancólica y de aires y melodías e instrumentación de aire irlandés. En los '80 todavía brilló en "Queridísima mamá" (la adaptación del polémico libro de la hija de Joan Crawford), pese al espanto que debió provocar el film, nunca lo he visto; "Basil, el ratón superdetective" o, algo menos, en "Asesinato en Beverly Hills", supercalifragilísticoespiralidoso título para un film llamado "Sunset", la razón le asiste, ya que está ambientado en las postrimerías del periodo silente hollywoodiense protagonizado por Bruce Willis como Tom Mix, actor de westerns mudos, y James Garner repitiendo un personaje que ya conocía: Maverick aún no -ése tocaría seis años más tarde, sino Wyatt Earp, al que ya encarnó en "La hora de las pistolas" (John Sturges, 1967). En los '90 se fue difuminando su estrella y cuando por fin la suerte parecía que le iba a sonreír con 70 años por haber entablado conversaciones con Tim Burton por querer contar con su arte para "Ed Wood", un cáncer se lo llevó.
Por cierto, muy descolgado ando del ciclo y vuestras vivencias aunque os siga leyendo. No obstante, más pronto que tarde me reafirmo en ver Baby Doll (a sugerencia de Bethencourt), Río Salvaje y Esplendor en la hierba; pero saco una premisa con la que no sé si estaréis de acuerdo: cuanto más destacados fueron sus personajes femeninos, resultados más satisfactorios (incluyo "Al Este del Edén" por el personaje de Abra); fueron un arquetipo todavía artificioso y sin pulir hasta extraer todas sus posibilidades en Pinky, Pánico en las calles o Viva Zapata!, pese a lo cual a ratos hacen gala de un crecimiento que no acaba de germinar por varios motivos y limitaciones, y ya más liberado el realizador, la llegada de Eva Marie Saint, Lee Remick o Natalie Wood insuflan cercanía, complejidad, adhesión, autodeterminación, modernidad.
Y la gran Vivien como evolución entre ambos modelos; el más mecánico de la etapa Zanuck (como una muñeca averiada que es, mira por dónde en Un tranvía llamado Deseo), y chutes sofisticados (es un volcán emocionalmente, con tiempos de latencia y devastación). El tiempo, una vez más relajadas las mareas de las "black & grey lists" de la purga del macarthismo, la imparable y pujante corriente artística más naturalista y auténtica que se rebela, claro que jugaba a favor de Kazan. Le faltaría otra entrada cinematográfica en los años sesenta. En Estados Unidos, el tránsito entre 1963 y 1969 tuvo mucho nervio, fue febril: magnicidios (los dos Kennedy, aunque uno no fuera presidente), Vietnam, Luther King, las influencias europeas y mayo del 68..... en esos seis años se recorrieron el equivalente al doble, triple y en la industria cinematográfica un nombre vale lo que su última película dejó en el colectivo (América, América fue a contracorriente, una propuesta muy osada que pese a ganar alabanzas no reportó éxito comercial ni se la considera entre el podio de sus obras, a veces, porque suele luchar por la medalla de bronce).