Campanilla es una analista que contagia sensaciones; sus síntesis de las películas son detallistas y, al mismo tiempo, ofrece impresisones suyas que acaban siendo muy golosas. Leer cómo cuenta una experiencia cinematográfica adelanta una predisposición hacia un film sin verlo bien cimentada. Es decir, sus reseñas son muy auténticas y comprensibles, tremendamente accesibles; una virtud que la convierte en un faro capital del foro. Mi más sincera enhorabuena por enésima vez

Has hecho hincapié además en un par de aspectos que han resonado en mi cabeza: por ejemplo, lo de la casa
destartalada, la palabra en negrita es clave, y que aplicado en otros términos puede ser sinónimo de "grotesco" si lo aplicamos a seres humanos.
Por una parte, no son pocos los escenarios que comienzan en un hogar "destartalado", "sucio" en la filmo de Kazan: en Pinky teníamos dos hogares destartalados; Nueva
Orleans en "Pánico en las calles" no es el que retrataría un Minnelli u otros en el
noir con luces de neón y glamour, son bajos (barrios)
fondísimos; qué decir del bloque de viviendas de "Un tranvía llamado Deseo"; el circo de Fredric March también parece en horas bajas; la cabaña de Jo Van Fleet y Lee Remick está para ser derribada; e incluso ese hogar "vacío", y posteriormente viciado, de "Los visitantes" resulta tristísimo. Eso condiciona a la gente que te vas a encontrar, naturalmente. Y en ese aspecto, yo creo que el verdadero caldo de cultivo, y por eso presupongo que va a ser mi film favorito de Kazan, es
"Un tranvía llamado Deseo", en el que ya se muestra en todo su esplendor una gama de personajes desubicados
vs estrictos, grotescos -como me refería antes-, contradictorios, sumisos
vs descocados, y aunque a día de hoy puede que esos arquetipos no hayan envejecido tan bien en algunos casos (exceso de subrayado o de risible caricaturización visto
hoy día con todo lo que ha llovido), no me resulta extraño pensar en estos dos films que acabas de describir como unas propuestas más radicales y no tan reclusas entre cuatro paredes pero sí evolucionadas de "Un tranvía...", partiendo del hecho de que los personajes de Carroll Baker y Andy Griffith no entusiasman, por simpatía. Ahora, por lo que cuentas, parece ser que definitivamente
"A face in the crowd" está mejor focalizada en sus intenciones y lo que quiere contar, incluso con un humor descarnado, menos irónico que el que un Billy Wilder bubiera impreso. (Por cierto,
Patricia Neal puede exhibir medallas por la de personajes sufridores que le tocaron en suerte; de hecho, ya de por sí, su físico un tanto peculiar, esbelto, chupado, la predispone para el éxito).
Como igual de interesante, y recurrente, viene a ser recurrente la estancia (exhibida o interiorizada) en un sanatorio (Natalie Wood, Kirk Douglas, Richard Boone, Vivien Leigh, incluso Richard Widmark en su hogar con su mujer). ¿Os acordáis de que al comienzo del ciclo empezamos a reírnos un poco con lo "cabreados" que iban por la vida algunos de los personajes de la galería de Kazan? Poco simpáticos, en consecuencia, pero porque han llevado mucha carga a sus espaldas o son carne de psiquiatra (y por entonces no había aprecido Jo Van Fleet en escena).
Claro, sumas todo esto, te llega
"El último magnate" vacía de este tejido crujiente inherente al cineasta y el film pesa como si te hubieran metido los pies en un bloque de hormigón para hundirte en el río o en el fango.
Veo que en buena medida la actriz I
ngrid Boulting (que sustituyó a Susan Sarandon

) pagó el pato y estuvo ocho años sin volver a aparecer delante de la pantalla tras su aparición en el film de Kazan. Blanco y en botella. Ahora, si fue tan escrupuloso con
Jeanne Crain (tan
kazaniana en espíritu como un George Sanders) en "Pinky", a la que hizo repetir escenas varias veces y hubiese seguido de no mediar Ethel Barrymore, imaginaría que el director también lo sería con Boulting.... salvo que el realizador estuvise con la mente puesta en otras cosas más mundanas que no el film. Imagino a un Kazan ya desconectado pues del medio y que transigió con tantas estrellas de renombre en horas bajas (cosa que no era en él habitual sino que le gustaba el talento joven por descubrir y perfilar), siendo el último rincón del realizador un vehículo hecho a medida del productor Sam Spiegel, quizá para tratar de codearse con los emergentes Robert Evans de entonces.
Poca auto-terapia recibió Kazan en este último film.
"Sam Spiegel chose Elia Kazan, who directed La ley del silencio (1954) (which won Spiegel his first of three Best Picture Oscars), to direct this film, and considered Kazan to be one of his closest friends. According to Spiegel biographer Natasha Fraser-Cavassoni, Spiegel had a father-son relationship with this movie's Screenwriter Harold Pinter, the noted playwright. Spiegel was quite taken with Pinter's genius, so much so that Kazan, in his autobiography, said that it hurt the film, as Spiegel treated the screenplay as sacrosanct, and wouldn't let Kazan change it to create more dramatic tension. Ironically, when Spiegel had first seen a screenplay written by Pinter in the 1960s (El sirviente (1963)), he had been appalled by its lack of professionalism."
Ajá, veo que de Budd Schulberg partió el material para el último film de Humphrey Bogart,
Más dura será la caída. Se aprecian las mimbres que construyeron
"Un rostro en la multitud".