La importancia de Tate en la historia no es la que vemos en pantalla, sino la que conocemos del caso real. Y con esas expectativas es con las que juega Tarantino en esos minutos finales, en que pone todas las piezas en su sitio para la gran matanza, con cada personaje haciendo algo a una hora señalada, creando una gran expectación y mucha tensión... hasta que los personajes deciden ellos mismos saltarse el guión y hacer volar por los aires la historia que estaban destinados a protagonizar.
Y el título de la película que aparece justo al final sirve un poco de explicación, como diciendo que en Hollywood todo es posible, o que en el cine los finales felices sí existen.
A mí sí me gusta el final (en general. El retrato gilipollesco de la familia Manson no), pero el problema es que huele a repetición después de Malditos Bastardos.
En conclusión Tarantino juega con acierto a desear que ojalá la realidad no fuera como ocurrió y ojalá este "cuento" hubiera sido real en vez de tanta atención que se ha dedicado a lo largo de los años a la infame familia hasta el punto de identificarlos con el ocaso hippy. El hecho de que Sharon Tate aparezca tanto es para que empaticemos con ella y el final de la película nos satisfaga y deseemos que fuera lo que realmente ocurrió.
Al menos yo lo sentí así.