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Tema: Federico Fellini: revisando sus películas

Vista híbrida

  1. #1
    Gentleman Loser Avatar de Abuelo Igor
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    “Ginger y Fred” fue el único Fellini que llegué a ver de estreno, y tal vez el primero de toda mi vida, contando con que no recuerdo pases televisivos de ninguno de sus grandes clásicos durante mi infancia y juventud. Recuerdo que no me llamó especialmente la atención, y que me sentí vagamente defraudado ante mi primera exposición a un autor tan mítico, que, ciertamente, no me pareció que hubiese hecho una mala película pero tampoco nada especialmente mejor que lo habitual en, por ejemplo, Ettore Scola, que por aquel entonces estrenaba muchas películas en salas.

    Vista con la perspectiva del tiempo, “Ginger y Fred” casi parece un retorno a modos del pasado, a las películas más sencillas de los 50, centradas en unos pocos personajes y en su situación. En una película de la gran época, Ginger y Fred habrían aparecido unos cuatro segundos en pantalla, con toda su caracterización y personalidad, para ser inmediatamente reemplazados por otras figuras excéntricas o patéticas ocupando el mismo plano, hasta el punto de que tal vez muchos repararían en ellos a partir del tercer o cuarto visionado. En cambio, aquí ocupan el centro de atención, e incluso el formato 1:1,33 (como no pude ver en el Doré la “restauración del centenario” me quedé sin saber si hay una versión con más información visual) hace pensar en la primera etapa del cineasta, por ejemplo en “El jeque blanco”, con su pareja que se separa y luego se vuelve a unir (con la diferencia de que en la película moderna se vuelve a separar).

    Lo menos interesante para mí de la película es la supuesta sátira y crítica a la televisión, que me parece superficial e incluso un pelín deshonesta. Aunque se ve que hay razones de fondo (apuntadas por la intención de Pippo de decir en directo que los espectadores son unos “pecoroni”, unos borregos), el argumento principal parece ser subrayar que los programas televisivos de escuela berlusconiana son una especie de “freak shows” grotescos y vulgares, acusación que no tiene mucho peso viniendo precisamente de un cineasta que hizo del “freak show” grotesco y siempre un punto vulgar gran parte de su marca de fábrica, por supuesto con mucha más calidad que Paolo Vasile o Valerio Lazarov pero compartiendo en cierto modo el mismo ADN del “showbiz” italiano. A uno le da incluso por especular que Fellini se sentía un tanto amenazado por el imperio de la televisión, desplazado por esa exuberancia que invadía progresivamente los hogares y que imponía una estética que él pudo perfectamente ver como un reflejo distorsionado y vulgarizado de sus propias creaciones.

    Me llama también la atención, en el mismo orden de ideas, ese vitriolo contra la sexualización de las vallas publicitarias, con Fellini adoptando, matizada en cierto modo, la postura del doctor Mazzuolo, sintiéndose un poco infeliz por el hecho de que el abandono de la censura en lo tocante al sexo desembocara en un erotismo chabacano y mercantilizado.

    (A propósito, no dejo de encontrar significativo que Franco Fabrizi, después de ser el amoral seductor Fausto y uno de los “bidonisti”, reaparezca en la filmografía felliniana como un animador televisivo, personaje que parece ser todo un “aggiornamiento”, una actualización, de ese tipo de figuras sin escrúpulos, pero llevándolo al ámbito de la cultura y el espectáculo).

    Aunque, como siempre, no faltan facetas curiosas. El grupo de dobles o “sosias” que van a aparecer en el programa, al incluir a figuras como Proust o Kafka (mención aparte merece el doble de Woody Allen, en lo que parece un cariñoso ajuste de cuentas con el neoyorquino, que tanto había imitado y seguiría imitando su cine), sugiere una cierta fagocitación de la “alta cultura”, con todos ellos acabando seducidos por el travesti, quien los lleva a través de un descampado hacia un sórdido club nocturno (secuencia en la que aparece una pandilla de motoristas que enlaza directamente con el desenlace de “Roma”).

    También hay un breve momento en el que Fellini parece satirizar los incipientes videoclips, al verse una breve escena de un buzo agonizando sobre un fondo de otro planeta, que a mí me hace pensar en el ya mítico vídeo de “Ashes to ashes” de David Bowie, que ya debía de tener sus buenos cinco años y cuyo surrealismo “pop” el maestro parecía ver con cierta sorna. De hecho, en otras partes de la película se ironiza sobre la música rock, y no cabe duda de que la mirada hacia el paisaje cultural contemporáneo está resumida en los montones de bolsas de basura que se ven por doquier. Fellini no oculta su cierta mirada conservadora, hasta el punto de que la enorme presencia de inmigrantes en las calles romanas, tal como la muestra la película, tiene bastantes visos de elemento distópico.

    Encuentro mucho más interesante la relación entre los dos protagonistas, sobre todo aplicándole la lectura de que la reunión entre Ginger y Fred es en cierto modo la reunión entre Masina y Fellini, que, a pesar de permanecer casados todo este tiempo, no hacían una película juntos desde la ya lejana “Giulietta de los espíritus”. Sobre su relación personal apenas podemos especular, pero, dado que la imaginación de Federico es especialmente impúdica en lo personal, los datos que nos daban películas anteriores nos sugerían una relación difícil, plagada de celos y discusiones, y, si hacemos caso a “La ciudad de las mujeres”, fracasada sexualmente. Aunque, claro, hacer caso al gran embustero es arriesgado.

    En todo caso, no encuentro casual que Mastroianni deje de lado su habitual dandismo y adopte un look capilar, con ese pelo ralo y coronilla calva, que recuerda claramente al de Fellini (aunque el aspecto desastrado que en una secuencia hace que lo confundan con un homeless sea exclusivo del personaje del film), amén de su obsesión sexual, plasmada en breves poemas de los que se ríen “educadamente” un grupo de intelectuales, en lo que parece una versión poco velada de la relación declinante entre el cineasta y la crítica.

    El nuevo acercamiento entre la antaño triunfal pareja (no olvidemos que, con “La strada” y “Cabiria”, Masina y Fellini fueron tal vez el mejor equipo actriz-director de la historia) es agridulce: ella parece contenta con su nueva vida lejos de los focos pero obviamente la añora, mientras que él es una sombra de lo que fue y apenas es capaz de completar su número de “tip-tap” gracias a las indicaciones de ella. Aprendemos también lo dura que fue la separación entre ambos para Pippo, que incluso tuvo que pasar una temporada en un sanatorio psiquiátrico. Leyendo la historia en la clave en que lo he estado haciendo, Fellini parece homenajear el papel de Masina en su vida, y fantasear con que, de haber estado ella ausente, quizás hubiese terminado siendo un fracasado simpatico como Pippo.

    La película posee también una notable dimensión crepuscular: es muy obvio, y Fellini es consciente de ello, de que “Ginger y Fred” está muy lejos de ser una “Strada” o una “Cabiria”: como el número televisivo, que pasa desapercibido en la vorágine de show de variedades, la película es la pequeña reunión nostálgica de dos grandes talentos, así como la bonita y melancólica historia de una reconciliación entre dos personas ya mayores por cuyas vidas el tiempo ha pasado como un tren de mercancías, pero que aceptan su decadencia con una sonrisa, aunque el final, agridulce, los vuelva a separar. Lo cierto es que, fuese como fuese la relación personal entre Masina y Fellini, lo cierto es que no pudieron vivir el uno sin el otro, pues ella apenas le sobrevivió unos cinco meses, testimonio definitivo de la extraña simbiosis a la que “Ginger y Fred” rinde un claro y entrañable tributo.
    Última edición por Abuelo Igor; 01/08/2020 a las 04:16
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  2. #2
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    Cita Iniciado por Abuelo Igor Ver mensaje
    Vista con la perspectiva del tiempo, “Ginger y Fred” casi parece un retorno a modos del pasado, a las películas más sencillas de los 50, centradas en unos pocos personajes y en su situación. En una película de la gran época, Ginger y Fred habrían aparecido unos cuatro segundos en pantalla, con toda su caracterización y personalidad, para ser inmediatamente reemplazados por otras figuras excéntricas o patéticas ocupando el mismo plano, hasta el punto de que tal vez muchos repararían en ellos a partir del tercer o cuarto visionado. En cambio, aquí ocupan el centro de atención, e incluso el formato 1:1,33 (como no pude ver en el Doré la “restauración del centenario” me quedé sin saber si hay una versión con más información visual) hace pensar en la primera etapa del cineasta, por ejemplo en “El jeque blanco”, con su pareja que se separa y luego se vuelve a unir (con la diferencia de que en la película moderna se vuelve a separar).
    No lo puedo afirmar con certeza, porque hace muchísimo que no la he visto en un cine, pero tengo la impresión que la versión para pantalla de cine debe incluir menos información visual. En el DVD, en ese 1,33:1 tan televisivo, hay mucha imagen por arriba y por abajo que sospecho que en una ratio más próxima a 1,66:1 o 1,85:1 se recortaría. No creo que en el encuadre del DVD falte nada, más bien al contrario. Como en tantos otros casos, lo ideal sería que hubiera una edición con ambas ratios.
    Última edición por mad dog earle; 02/08/2020 a las 01:11

  3. #3
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas



    Me comentaba el compañero Mad entre bastidores, que es de las más flojas del director, cosa que quizá me ha hecho guardar la katana y bajar el nivel de exigencia, pero dada la temática y que seguimos fieles al universo Fellini, pues la he gozado en cierta medida y salvando las distancias con sus grandes y más complejas obras, y digo complejas porque el film me ha parecido un entretenimiento ligero, esos de observar y disfrutar, pero claro un entretenimiento ligero de Fellini puede resultar una gozada y una experiencia única, ya que por ser ligera no está exenta del universo Fellini.

    Estoy muy de acuerdo con Abuelo Igor que lo menos interesante quizá esa crítica feroz a un medio que le daba de comer, y la atiza porque no le gusta lo que ve, donde deducimos, al ser siempre sus films obras muy personales, que Fellini miraba la TV, ya sea, el fechas especiales, después de comer, por la noche o después de sexo, no se, pero está claro que la veía y carga más fuerte aún contra la tipología de programas más que los personajes, ya que esos mismos, y como bien habéis dicho, son parte inseparable made in Fellini, y no creo que se tirara piedras contra él mismo. Fellini fue un adelantado en su tiempo al azotar el tipo de programa que se hacía en TV, y la cosa no ha ido mejorando, sino empeorando, viendo esto, viendo lo intermedio (o sea Jesús Gil en un jacuzzi rodeado de jovenzuelas siliconadas sin pudor y vergüenza) y viendo lo de ahora, está claro que el declive continua, programas giallos que ocupan toda la franja de la tarda hasta la noche y con unos niveles de audiencia alucinantes, alargadas con Realities y rematadas con tertulias encocadas deportivas, pues eso, se puedo afirmar y reafirmar que en esa época tampoco estaban tan mal ; y está claro que para hacer una crítica tan feroz como la que hace Fellini, este ha tragado lo suyo también, ya sea por tradición, obligación o placer culpable, seguro que Fellini era también de esos que ahora dicen: "Yo no miro Gran Hermano".



    Bueno sigo con el film que me voy del tema como siempre. La intro nos dice Fellini que de sutilidad nada de nada, con esas secuencias con el montón de basura en el transcurso del viaje siendo Ginger protagonista de ella, y es hasta la media hora, donde aparece de la manera menos glamurosa posible, el gran Fred, grande de tamaño, porque no se ve un tipo aburguesado como si lo es Ginger, al contrario se le nota un tirado y que le vida le ha tratado regular por decirlo amablemente. Los primeros careos entre los personajes me emocionan, pero creo que no hay una linea de continuidad interesante entre ellos, cada vez sus cosas me van aburriendo más y es, en los Freaks de Fellini, donde consigo amortiguar dicho cansancio, los Freaks Fellianianos nunca fallan: una mujer que se tiró a un extraterrestre, el inventor de unas bragas comestibles, y varios spots de TV como las salchichas que devienen falos de tamaño de King Kong, o el videoclip del astronauta que ya habéis comentado....me olvidaba de mi preferida, esa señora que le obligaron (pagando) a no ver TV durante un tiempo, esa entrevista plasmada a niveles trágicos increíbles. Todos estos detalles me sostienen el film y me mantienen alerta continua, esperando a ver con que me sale ahora Fede.

    Y por fin la gran actuación, el baile mezcla el ridículo con el profesionalismo, lo segundo porque actúan así, sobretodo ella, lo primero, él, castigado por el paso del tiempo y su "vida dura" con movimientos poco ágiles por edad y por estar cascado, esas miradas perdidas sabiendo que están coqueteando con el ridículo, hasta que sufre la caída, evidentemente lo más aplaudido, en eso la cosa no ha cambiado, el espectador sigue esperando la caída o el error SIEMPRE: ya sea en programas de baile, en castellers, coches.....Ahí le doy la razón 100% a Fellini sobre el borreguismo de nosotros, o sea los espectadores.



    Siempre me han fascinando los films de estrellas caídas, ya sea por la edad (Norma Desmond), por su poco talento (Ed Wood) o por su mala cabeza (Dirk Diggler aka JOhn HOlmes), pero aquí Fellini da otra vuelta de tuerca, con la caída, por edad o simplemente que su tiempo de gloria ya pasó, de imitadores de estrellas, un sub sub subgénero cinematográfico poco explotado, pero que creo que puede dar mucho de si, véase por ejemplo y a bote pronto la interesantísima El último Elvis.

    Vamos acabando que me hago pesado; pues la caída de los imitadores de estrellas, es que esta simple premisa inicial me compra de inmediato, a pesar de que ambos protagonistas me cansan a mitad de película, el film es más de lo que esperaba.

    Y acabo nombrando alguna peli española de temática televisiva y espíritu felliniano, donde podemos comprobar como la TV italiana y la española están muy cerca entre ellas (sin arriesgarme a decir cual está arriba o abajo). La primera, un film casi perfecto, Muertos de risa de de la Iglesia, lástima que sus últimos 15 minutos sean lamentables, bueno como todas o casi todas las pelis de este director, que le pasa a este hombre que le gusta tanto destrozar las pelis con los finales, o mejor dicho sus pelis con sus finales. El elegido increíble (por inesperado) film con J.L.L.Vazquez de Fernando Huertas, MUY RECOMENDABLE. Y para acabar una no recomendación con Mi gran noche también de Alex de la Iglesia, fallida total, no sólo en su final, quizá esperaba algo parecido a su gran film Muertos de risa, no es mala, es simplemente aséptica, ni sufre ni padece, sólo está ahí.


  4. #4
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    Entrevista (Intervista, 1987)



    Intervista (por cierto, maravilloso el cartel dibujado por Milo Manara) se concibió inicialmente como un film destinado a conmemorar los cincuenta años de la fundación de Cinecittà en 1937, en pleno período fascista, en forma de documental para la televisión. Es por ello por lo que, nuevamente, la RAI participó en su financiación, pero lo que iba a ser un documental, más o menos al uso, se acabo convirtiendo en un film cien por cien felliniano, esta vez con un nuevo productor, el egipcio Ibrahim Moussa (como curiosidad, Moussa estaba casado en aquellas fechas con Nastassja Kinski). Fellini fue saltando a lo largo de su vida de productor en productor, lo cual sin duda representó un desgaste considerable, aunque quién sabe si no era inevitable siendo el director un personaje tan singular.

    La película recupera el género del “falso documental” o el “film encuesta” que ya vimos en Fellini: A Director’s Notebook, I clowns o Roma. Los títulos provisionales no dejan lugar a dudas sobre su origen e intención: “Block-notes di un registe II” o “Appunti di Federico Fellini”. Si en A Director’s Notebook Fellini parecía ponerse a la cabeza de un reducido equipo de filmación para analizar el abortado proyecto de “Il viaggio di G. Mastorna”, recorrer diversos espacios romanos que aparecerían en posteriores films o mostrarnos la manera de trabajar de Fellini a la hora de elegir sus repartos, su día a día, aquí también la película se estructura en segmentos que funcionan en paralelo y acaban confluyendo todos en una sola narración.

    Por un lado tenemos a Fellini y su troupe, ahora no un reducido equipo televisivo sino el habitual en la filmación de una película, con la presencia ante la cámara de Tonino delli Colli, director de fotografía, o Danilo Donati, responsable del vestuario y el diseño de producción, entre otros, reunidos en Cinecittà para el rodaje de una versión de la novela “América” de Franz Kafka. Se nos muestra el trabajo de selección del reparto y los ensayos de alguna secuencia. En paralelo, un supuesto equipo de la televisión japonesa accede a las instalaciones para realizar una entrevista a Fellini. Y, por último, como ilustración de los recuerdos que el director cuenta a los japoneses, vemos la recreación de la llegada del joven Fellini (encarnado por Sergio Rubini) a Cinecittà, como periodista encargado de entrevistar a una diva del momento.

    Pero Fellini no retrocede a su pasado en forma de flashback (como en Roma o I clowns), sino que reconstruye la época ante nuestros ojos: vemos cómo se modifica un edificio, hasta convertirlo en la Casa del Passeggero, cómo se substituye un actor que no ha llegado por uno de los miembros del equipo, que pasa a encarnar un jerarca fascista (más tarde, recibirá satisfecho una ofrenda de unas campesinas idealizadas, que le dedicarán un saludo fascista), cómo se utilizan unos tranvías de atrezo para simular el viaje desde Roma a Cinecittà, cómo se atraviesan espacios fantasiosos (unas cascadas, un lago africano con elefantes, un paisaje poblado de indios americanos) para darle al trayecto una dimensión aventurera, o cómo se desarrolla la filmación de una secuencia ambientada en una India de cartón piedra, sin disimular que todo es una representación, un artificio, cine dentro del cine (al igual que nos mostraba el mar de plástico o el sol pintado en E la nave va, o incluso, dando otra vuelta de tuerca, cuando la cámara retrocedía para permitirnos ver, a los espectadores, el proceso de filmación dentro de la propia película, con imágenes del plató, de las cámaras, los focos, los técnicos, etc.).



    Fellini nos deja entrar en su “taller”, nos muestra cómo trabaja, aunque ese hacer una película es, en el fondo, la propia película que estamos viendo, en un juego de espejos distanciadores muy bien trabado. Es cierto, no obstante, que en el proceso de distanciamiento algo se pierde de la magia de antaño, parece como si Fellini dudara ya de la capacidad de fascinación del medio cinematográfico, y en un gesto de sinceridad nos mostrara las entrañas de la realización (un distanciamiento, por cierto, que también utilizó en más de una ocasión, aunque no de manera tan radical, Alfred Hitchcock en sus películas, como hemos visto en la revisión que le hemos dedicado en otro hilo, empezando por mostrarse él mismo dentro del film, en forma de guiño cómplice).

    Si en A Director’s Notebook, en un determinado momento la troupe se desplazaba a casa de Marcello Mastroianni, aquí lo hará a la Villa Pandora, la casa de Anita Ekberg, acompañados precisamente por un Marcello disfrazado de Mandrake (personaje que interesó a Fellini ya desde su juventud), que ha surgido como por arte de magia (y a quién Federico se dirige con el nombre de Snàporaz). Y como por arte de magia Marcello-Mandrake hará aparecer una pantalla de cine (una simple sábana) donde proyectar algunas imágenes de La dolce vita, entre ellas, evidentemente, el icónico momento de la Fontana de Trevi. ¿Momento para la nostalgia? ¿Reconocimiento de que no hay más paraísos que los perdidos, y que el cine que fue ya no volverá? Los envejecidos Marcello y Anita contemplan, entre emocionados e incómodos, un poco azorados, un momento de su vida (que es también la nuestra), el fantasma del pasado, huella del inexorable paso del tiempo, un momento elegíaco más dentro de la etapa final de Fellini. Aunque, como en Ginger e Fred, Fellini intenta dinamitar el momento propicio para la lágrima con un comentario de Marcello sobre su deseo de tomar una copa de grapa.



    Volveremos a Cinecittà para hacer un “provino” para elegir los personajes de la “América” kafkiana. Una Cinecittà que Fellini nos ha mostrado envejecida, rodeada de bloques de viviendas suburbiales, convertida en plató donde se ruedan los denostados anuncios televisivos. Cuando el equipo sale al exterior, se desencadena una lluvia intensa que obliga a todos, actores, técnicos y el grupo de la televisión japonesa, a refugiarse bajo unos plásticos improvisados, en donde han de pasar la noche. Fuera, al alba, los “indios” atacan armados de lanzas con forma de antena de televisión (al ritmo de la música de Nino Rota, que Nicola Piovani utiliza en varios momentos de la película), en una metáfora poco sutil, demasiado evidente, que ya fue objeto de crítica en el momento del estreno y que no ha soportado nada bien el paso del tiempo (una vez más Fellini demuestra que el terreno de la sátira de actualidad no le es demasiado propicio; lo suyo no es lo prosaico). El enfrentamiento pondrá punto final al rodaje (¿de qué? ¿de cuál de las películas?), despidiéndose todo el equipo, marchándose con un vulgar “panettone” bajo el brazo. Solo hay tiempo para una última reflexión de Fellini sobre esa crítica que tantas veces dice haber oído de boca de sus productores: la queja por sus finales sin esperanza, la necesidad de, al menos, ofrecer un “rayo de sol”. Y con este enunciado, Fellini acaba la película… con lo que quizá hubiera podido ser un final perfecto para su obra, para su carrera como creador, con el anuncio de la búsqueda de un rayo de sol que no llegamos a ver.

    Pero no, todavía no, Fellini aún nos entregaría una película más, La voce della luna, con la que la semana que viene acabaremos definitivamente el recorrido por su obra. Eso sí, en Intervista nos ha dejado ya la impagable imagen de dos operarios pintando un cielo como parte de un decorado, mientras se provocan uno a otro groseramente, una breve secuencia que se podría tomar como metáfora de la obra de Fellini en su totalidad.


  5. #5
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    Cita Iniciado por Alex Fletcher Ver mensaje
    Y por fin la gran actuación, el baile mezcla el ridículo con el profesionalismo, lo segundo porque actúan así, sobretodo ella, lo primero, él, castigado por el paso del tiempo y su "vida dura" con movimientos poco ágiles por edad y por estar cascado, esas miradas perdidas sabiendo que están coqueteando con el ridículo, hasta que sufre la caída, evidentemente lo más aplaudido, en eso la cosa no ha cambiado, el espectador sigue esperando la caída o el error SIEMPRE: ya sea en programas de baile, en castellers, coches.....Ahí le doy la razón 100% a Fellini sobre el borreguismo de nosotros, o sea los espectadores.
    Creo recordar haber leído en algún sitio (¿el libro de Charlotte Chandler quizá?) que Marcello se quejaba de que, por una vez que podía salir bailando (al parecer no lo hacía nada mal), Fellini le obligó a hacerlo de manera torpe. En todo caso, Pippo y Amelia sacan adelante el número con notable dignidad.

  6. #6
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas



    “Intervista” es la última entrega de las películas seudo-documentales de Fellini, que se iniciarían con “Block-notes di un regista”, y que incluso podrían incluir “Roma”: todas incluyen secuencias de ficción y secuencias que podrían ser reales (aunque las secuencias “de ficción” de algún modo terminan siendo las más verdaderas), en todas aparece Fellini haciendo de sí mismo, y en todas hay un cierto discurso sobre el trabajo creativo, del que se hace una cierta anatomía, aplicando una versión sui generis del método socrático en la que el artista se interroga a sí mismo.

    La diferencia esencial que veo entre “Intervista” y sus predecesoras es que, mientras antes la filmografía felliniana era una “work in progress” y lo que teníamos era una especie de laboratorio de ideas que se probaban brevemente para ser corregidas y ampliadas en lo sucesivo, la película del 87 tiene un aire innegable de epílogo, una consciencia de que se acabó lo que se daba, y a la vez tiene mucho de autohomenaje, de pretendido resumen de una trayectoria (lo cual no consigue, claro, porque sería imposible).

    El número de citas a películas anteriores es muy elevado, empezando por el inicio, en el que se hace referencia a los “sueños en los que se vuela”, justo como en la secuencia inicial de “Ocho y medio”, y terminando en esa especie de debacle que termina con el plató de rodaje abandonado, también como en “Ocho y medio”, Tenemos a un joven periodista llegando a la capital, como en “Roma” (resulta irónico que el actor elegido se apellide Rubini, como el Marcello de “La dolce vita”, de ahí que Federico no dude en conservar ese patronímico también para su personaje), tenemos a una bella desconocida encontrada en un medio de transporte (como en “La ciudad de las mujeres” e incluso “Y la nave va”).

    Tenemos, por vez primera desde la desaparición del maestro Nino Rota, una reutilización de varios de sus temas, durante la cual nos damos cuenta de cuánto debe lo que conocemos como el “estilo Fellini” a las partituras creadas por su gran colaborador, pues las secuencias en las que suena Rota parecen misteriosamente mejores, más evocadoras y entrañables (de hecho, también se reutiliza, ignoro por qué razón, un tema de Piovani para “Ginger y Fred”, y, claro está, no se produce el mismo efecto). Curiosamente, varios de los temas escogidos datan de la época cincuentera, como “El jeque blanco” (adecuadamente ilustrando una llegada a Roma) y “Almas sin conciencia”; no hay nada de películas más fantasmagóricas en las que hay secuencias con niebla. Los recuerdos que se buscan aquí son soleados, quizá en consonancia con ese “rayo de luz” que los productores, nos cuenta Fellini al final, siempre piden al realizador.

    La mirada entre bastidores a la selección de los peculiares actores empleados por Federico ya la vimos en “Block-notes di un regista”, aunque aquí tenemos la leyenda urbana por antonomasia, con Maurizio Mein y varios asistentes enviados al metro en búsqueda de personas con apariencia peculiar, que entrarían a formar parte del mítico fichero de actores que, se cuenta, Fellini dejó utilizar a Jean-Jacques Annaud para “El nombre de la rosa”, pues el francés no quería una Edad Media poblada por personas de apariencia física atractiva o perfecta (un problema habitual cuando se buscan figuras no "glamourosas": Abel Ferrara dijo una vez que le fue imposible encontrar un actor chino de apariencia cotidiana y vulgar para hacer de portero de un edificio, y de hecho uno de los candidatos le dijo que, en su país, si un hombre era feúcho y demasiado bajito, no se hacía actor). Siempre me he preguntado si la fama de Fellini vencía en los actores no profesionales el escrúpulo de que se les llamara a hacer cine precisamente por esas peculiaridades estéticas que a buen seguro les causaron disgustos y burlas ajenas, sobre todo en su infancia y juventud, y si alguno de ellos se sentiría en cierto modo explotado, pero lo cierto es que las mismas caras retornaban en película tras película, lo cual hace imaginar que al menos ese trabajo como semi-figurantes estaba bien pagado…

    Uno de los momentos que prefiero de “Intervista” es el de la reunión entre Ekberg y Mastroianni, posiblemente porque repite la idea de “Ginger y Fred” pero en versión muy mejorada: Ginger y Fred nunca existieron, pero Anita y Marcello sí, y no solo eso, sino que tenemos imágenes de ambos en el apogeo de su juventud. Ver en la misma secuencia las imágenes proyectadas de “La dolce vita”, con él preguntándole a ella si es una diosa, y la actualidad de los mismos actores 27 años después, supone una emotiva prueba del paso del tiempo, de la aceptación de lo inevitable, aunque, y ahí la secuencia antigua se ve reivindicada, Ekberg a los 56, con las diferencias de perímetro que se quieran, aparece aún bastante guapa, mientras que Mastroianni, incluso con su maquillaje de Mandrake el Mago, tiene unos 64 ya un poco estropeados. Que este segmento breve sea más eficaz para comunicar una serie de ideas y sentimientos que toda “Ginger y Fred” en dos horas, basta para demostrar que Fellini tenía más ases en la manga de lo que sus detractores pensaban.

    Incluso prefiero en esta película la plasmación del discurso anti-televisivo que también aparecía en “Ginger”. Se usan una serie de metáforas encadenadas (los edificios de apartamentos construidos cada vez más cerca de los terrenos de Cinecittà, cada uno con sus antenas de televisión erizando la cúspide, los indios que comenzaban a rodear el territorio ya cuando Rubini llegaba a los estudios para entrevistar a la diva, y por último, uniéndolo todo en un extraño proceso lógico que tiene perfecto sentido, los indios atacando al final con las antenas como lanzas) que vienen a conformar un alegato un poco victimista sobre la pequeña pantalla poniendo en peligro mortal la grande (mordiendo un poco, como decía Alex Fletcher, la mano que le daba de comer, pues “Intervista” está coproducida por la RAI), algo que no solo no ha ocurrido, sino que se ha dado con los años un curioso proceso inverso en el que muchas producciones televisivas han recuperado virtudes cinematográficas en las que los grandes estudios ya no parecen creer. Pero cuando Fellini pensaba en la tele, se imaginaba a las “Mama Chicho”, no “Los Soprano” o “Mad Men”. En todo caso, también encuentro esta pequeña batallita a lo “western” más divertida y creativa que toda la presunta acidez del programa en vivo que vemos en “Ginger”.

    El final, para huir de la desesperanza, recurre a una pirueta curiosa: al margen de la anécdota sobre el productor que pedía un “rayo de luz”, la narración de la película se cierra con el rodaje, tal como nos dice el ayudante de cámara con su claqueta, del plano inicial de la primera secuencia (los rodajes no suelen ser cronológicos), de manera que volvemos al inicio y tenemos la oportunidad de recomenzar, de hacer desde el inicio un film que acabamos de ver terminar. Creo que es una idea muy bella, subrayando el carácter inacabable del cine, y que, como bien dice Mad Dog, habría sido un buen cierre para la trayectoria del director nacido en Rimini. Pero no era una despedida consciente, como la de John Boorman en “Reina y patria”, con el plano del motor de una cámara deteniéndose, sino un “hasta luego”. Fellini no iba a soltar el magáfono así como así.

    Última edición por Abuelo Igor; 05/08/2020 a las 03:40
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  7. #7
    Mulholland Drive Avatar de Peter Browning
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    Una charla de Miguel Marías de hace un tiempo hablando sobre Fellini.


  8. #8
    sabio Avatar de hannaben
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    Predeterminado Re: Federico Fellini: revisando sus películas

    He visto una peli de Fellini!! Tocaba.....






    A finales de los 70 la obra de Fellini entra en un bache,se le tilda de redundante en sus obsesiones y rodar con un manierismo delirante sin el encanto de antaño.
    En esta situación filma una de las desconocidas pelis de su carrera... vista hoy en día, con suficiente perspectiva, un ejemplo más del personal estilo creativo del maestro italiano.

    Una orquesta se reúne en una capilla medieval. La llegada de los músicos y la opinión de cada uno acerca de la importancia para algunos unida a lo personal.. de sus respectivos instrumentos son grabadas por la televisión. Después de un primer ensayo, el director de la orquesta hace parón para descansar. Entonces, los músicos más jóvenes se rebelan..algo que no secundan los mayores. Todo se descontrola mientras que el director, que no entiende los nuevos tiempos, añora tiempos pasados.La peli empieza como un falso documental avanzando hacia una alegoría de la política y sociedad italiana.La revuelta de los músicos es tan caótica como las sucesivas idas y venidas de los diferentes gobiernos.

    Llega un momento en el que el teórico orden se vuelve del revés (incluso con víctimas de por medio) a pesar de la resistencia del director, y de las opiniones del veterano conserje. Está claro que ambos pertenecen al viejo régimen, el mismo que intenta volver a poner "las cosas en su sitio",impagable desenlace a lo parrafada nazi del de la batuta.

    Me ha gustado más de lo que esperaba...por encima de todo ese acercamiento al populacho de Fellini y cómo a través de un ensayo de orquesta se puede poner sobre la mesa tanto a debatir.A destacar cómo no la musica de Rota,última colaboración del maravilloso compositor con el de Rímini.

    7/10
    Última edición por hannaben; 06/08/2020 a las 20:54

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