Durante estos días he tenido la ocasión de ver esta producción soviética de mitad de los años 60, que costó la friolera de 100 millones de dólares de la época (sí, es la película más cara jamás filmada) y cada rublo se aprecia (y de qué manera) en pantalla.

La extensa novela de León Tolstoi sobre la invasión napoleónica se adapta fielmente en cuatro partes: "La Batalla de Austerlitz", "Natacha", "La Batalla de Borodino" y "El Incendio de Moscú", con un total de más de 400 minutos/7 horas de duración.

El encargado de llevar la nave a buen puerto fue Sergei Bondarchuk, también co-autor del guión y actor que encarna a Pierre Bezújov, uno de los protagonistas, que en la versión de King Vidor fue interpretado por Henry Fonda. Bondarchuk se revela como un verdadero maestro-estratega de la puesta en escena con dotes de general para alinear ejércitos y planificar las mayores batallas (con decenas de miles de extras) que jamás han sido rodadas.

La colosalidad de este film es tal que a su lado la toma de Aqaba de Lawrence de Arabia, la batalla de Barry Lyndon, la carga de los cosacos de Doctor Zhivago, el enfrentamiento romanos-esclavos de Espartaco y -digámoslo ya- sobre todo cualquier batalla digital de Ridley Scott y Peter Jackson parecen una simple escaramuza junto a la épica y grandiosidad de la película de Bondarchuk.

Pero además el director muestra un talento en extinción en el mundo en el cine; la habilidad para NARRAR una historia, construir lentamente unos personajes y sus pensamientos íntimos y al mismo tiempo no perder el norte en la tremenda amplitud de su historia, que incluye unos 300 personajes con diálogos y varios años de transcurso de la acción. Y ese es precisamente su mayor logro, incluso mayor que el de canalizar tan increíble despliegue de medios, porque Bondarchuk consigue momentos íntimos de una gran fuerza y resuelve otros mediante inteligentes elipsis, motivos visuales o dando rienda suelta a la lírica para mostrar lo que piensan sus personajes, sin que le ocurra lo que a tantos otros directores en una gran producción, pues no pierde un ápice de personalidad en ningún momento.

En definitiva, cine íntimo y épico al mismo tiempo, del que ya no se hace y casi seguro, nunca más se hará. Recomendable cien por cien.

Click para leer más sobre la puesta en escena y fotografía.

P.D. Tengo la sensación de que aquellos que disfrutaron con La Delgada Línea Roja lo iban a hacer con esta, y viceversa. Estoy convencido de que a Malick le gustó.

Saludos.