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Tema: Fritz Lang: revisando sus películas

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  1. #11
    Senior Member Avatar de Alcaudón
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    Predeterminado Re: Fritz Lang: revisando sus películas

    En este 11 del 11 mi mensaje nº 11.111...

    ... o, después de la noche de Halloween...

    ... viene el día de la resurrección...

    o, simplemente...

    REVISANDO LA FILMOGRAFÍA DE FRITZ LANG (1890-1976) / PARTE XVIII:

    17. DAS TESTAMENT DES DR. MABUSE / LE TESTAMENT DU DR. MABUSE (1933, EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE)



    Director: Fritz Lang.

    Estudio: Nero-Film AG.

    Productor: Seymour Nebenzal.

    Guion: Thea von Harbou y Fritz Lang, basado en el personaje creado por Norbert Jacques.

    Fotografía: Fritz Arno Wagner, en blanco y negro (1.19:1).

    Dirección artística: Emil Hasler y Karl Vollbrecht.

    Música: Hans Erdmann.

    Montaje: Conrad von Molo.

    Reparto (por orden de aparición):

    Karl Meixner (Ex-detective Hofmeister)

    Otto Wernicke (Comisario Karl Lohmann)

    Oscar Beregi, Sr. (Profesor Baum)

    Rudolf Klein-Rogge (Doctor Mabuse)

    Gustav Diessl (Ingeniero Thomas Kent)

    Wera Liessem (Lilli)

    Theodor Loos (Doctor Kramm)

    Rodaje: 10 semanas / desde finales de 1932 hasta principios de 1933.

    Duración: 3.341 metros (original) / 3.270 metros (actual) / 2 h 01 m 02 s. (Copia en BD editada por Eureka! en 2012).

    Estreno: 21 de abril de 1933 en Budapest / 24 de agosto de 1951 en la República Federal de Alemania (en una copia de tan sólo 2.998 metros).



    ...

    Berlín / Otoño de 1932



    EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE comparte con la película que le precede, la magistral M, no sólo el hecho de que ambas sean producciones del neoyorquino Seymour Nebenzal (1899-1961) (quien, por cierto, propició el debut de mi admirado Douglas Sirk (1897-1967) en el cine norteamericano con la paupérrima pero apasionante HITLER’S MADMAN...



    ... (rodada en tan sólo una semana para la P(roducers)R(eleasing)C(orporation) pero comprada, rehecha en parte y estrenada por la todopoderosa MGM de Louis B. Mayer, en una maniobra ciertamente inusual en aquella época)) sino también el que igualmente carezca de títulos de crédito…

    … salvo de nuevo el del nombre del director en grandes caracteres…



    Igualmente comparte con la anterior la exploración en el todavía balbuceante mundo del cine sonoro que había iniciado (y culminado) en M.

    De hecho, las mejores secuencias de la película tienen que ver con la ausencia o la presencia del sonido ambiental y que como acabo de indicar llevó a sus cotas de máxima creatividad en la cinta antes mencionada.

    Además tenemos de vuelta al comisario Karl Lohmann, encarnado por el orondo (y espléndido) Otto Wernicke (1893-1965) y que aquí se configura como el protagonista absoluto de la película.



    De hecho, la misma bien se podría haber titulado EL NUEVO CASO DEL INSPECTOR LOHMANN con mayor puridad que EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE dado que la presencia (o más bien la ausencia) del personaje encarnado (de nuevo) por Rudolf Klein-Rogge (1885-1955) es más bien anecdótica, aunque, eso sí, determinante.



    Continuación directa del díptico (y primera obra maestra, al menos para este su humilde servidor) EL DOCTOR MABUSE (1922)...



    ... [Entregas 10 y 11 del coleccionable], en este caso la película no se basa en una novela concreta de la serie que el escritor Norbert Jacques...



    ... dedicara al personaje sino más bien en las conversaciones que el matrimonio Lang / Von Harbou mantuvo con él durante un viaje conjunto que realizaron a Estambul en 1930.

    Lo más curioso es que la película acaba pareciendo más bien un remake encubierto de EL GABINETE DEL DR. CALIGARI (1920), de Robert Wiene [Entrega 4], cinta que como bien sabéis estaba previsto que la dirigiera Lang pero de la que sería apartado por Erich Pommer debido al formidable éxito de taquilla que supuso la primera entrega de LAS ARAÑAS (1919) [Entrega 1].

    Y es que si bien al final de la versión de 1922 el doctor Mabuse (aunque en realidad nunca sabremos cuál es su verdadero nombre) perdía la razón al frustrarse sus planes de conquistar el mundo y verse acosado por los fantasmas de sus víctimas...



    ... , aquí será el profesor Baum (un escasamente carismático Oscar Beregi, Sr. (1876-1955)) quien como el doctor Caligari (o cualquiera que fuese su nombre…)...



    ... se vea abducido por la magnética personalidad del genio del crimen y acabe de igual forma que los anteriores...



    Además y al igual que en EL GABINETE nunca sabremos a ciencia cierta si dicha abducción fue real o simplemente producto de la calenturienta mente del profesor.

    Y es que el orate Mabuse pronto pasará a mejor vida y será su espíritu (o su fantasma) quien aparentemente tome posesión no sólo de la mente de Baum sino incluso también de su propio cuerpo.

    De hecho, Lang, al que siempre le gustó jugar con la ambigüedad, nos ofrece una película de cine negro que igualmente podría ser una cinta fantástica o viceversa.

    Incluso esas fantasmagóricas apariciones de Mabuse tienen un toque macabro de lo más suculento.

    Pero ya es hora de que entremos en materia.

    El inicio, al igual que en M, es modélico, con un uso sublime del sonido ambiental de tal forma que el estruendo metronómico de las máquinas no es que haga inaudible los diálogos de los personajes sino que permite, como en M, que Lang prescinda de los mismos como si de una película parcialmente sonora (o parcialmente muda) se tratase.

    En ese escenario aparece el primero de los protagonistas, el ex-detective Hofmeister (un excelente Karl Meixner) - caído en desgracia al aceptar un soborno de un traficante de divisas - que permanece armado y agazapado en uno de los cubiles del “nuevo” doctor Mabuse.



    Igualmente harán acto de aparición dos de los sicarios de este que pronto se percatarán de la presencia del espía.





    Como decía, Lang, haciendo un brillantísimo uso del sonido (y de su ausencia), yuxtapondrá ese ruido infernal de las máquinas con la eliminación de cualquier otro y de esta forma elevará notablemente el suspense de la escena.

    Una secuencia que hubiese firmado sin duda el maestro Alfred Hitchcock quien siempre fue un gran admirador del director vienés.

    Hofmeister se ha infiltrado en una de las guaridas de la banda para de esta forma redimirse ante su superior, el comisario Lohmann.

    Sólo cuando el personaje salga al exterior oiremos los sonidos de la calle pero no así las voces.

    Por ello y como acabo de indicar y aunque en mucho menor grado que en M, EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE sigue estando a caballo entre el cine mudo y el sonoro.

    El intento de asesinato del ex-detective mediante la explosión de un bidón de gasolina servirá a Lang para cerrar este magnífico primer acto, sin duda uno de los mejores de la película.

    Es una lástima que al contrario que en M la historia no fluya con la misma naturalidad, de forma que serán esas escenas puntuales que salpican la narración las que hagan elevar el listón de una propuesta, ya adelanto, netamente inferior a aquella.

    Lang, seguramente por la carencia de un villano de la categoría de Hans (Peter Lorre), carga demasiado las tintas en el personaje del comisario Lohmann y de esta forma se desdibuja muy notablemente la perfecta dualidad (o trialidad, si incluimos al personaje (auto)denominado “Schränker”) que existía entre asesino / policía de M.



    Así, el impenitente fumador de cigarros Lohmann adquiere un protagonismo muy superior al de la película previa y a pesar de que Wernicke hace un espléndido trabajo la trama en su conjunto queda un tanto desdibujada.

    Como decía al principio es Lohmann y no Mabuse (y mucho menos Baum) el auténtico protagonista de la película.

    La frustrada llamada de Hofmeister a Lohmann mediante la cual pretendía revelarle quién está detrás de la ola de crímenes que asola la capital alemana...



    ... se verá bruscamente interrumpida en otra escena primorosamente dirigida por Lang.

    Y esa canción que el comisario oye a través del auricular del teléfono en boca de un trastornado Hofmeister me hace recordar aquella otra tonadilla que se convertiría en el Macguffin de una de las cintas más (justamente) celebradas de Sir Alfred, ALARMA EN EL EXPRESO (1938).

    ¡Qué guapas son las chicas en Batavia!

    Lang nos presentará sin solución de continuidad al tercero (de los cuatro) personajes principales en discordia, el carismático profesor (y doctor, como Caligari o Mabuse) Baum.



    Es una lástima que la clase magistral que imparte el susodicho deje bien a las claras (al menos al espectador más bregado de hoy en día) quién es el nuevo doctor Mabuse que mantiene a la ciudad en vilo.



    La misma servirá de (breve) resumen de la primera entrega del personaje (recordemos, de 1922) pero en mi modesta opinión Lang la alarga en exceso.

    Además, si el director pretendía equipararla a una similar que acontecía en M, en la que se narraban minuciosamente los procedimientos policiales puestos al servicio de la caza del asesino de niñas (y niños), el tiro le salió por la culata.

    Ciertamente la diatriba del vehemente profesor Baum le acerca a la (peligrosa) retórica de un Adolf Hitler que precisamente alcanzaría el poder en 1933…



    Curiosamente, lo que antes había sido un acierto (la ausencia de la palabra) se convierte aquí en un defecto (el exceso de la misma).

    Lang enlazará la disertación de Baum con el local en el que se reúne parte de su banda, entre los que se incluye Thomas Kent (Gustav Diessl), el cuarto (y último) de los protagonistas.



    Kent se convertirá en el héroe de la película, eso sí, siempre a la sombra de esa fuerza de la Naturaleza que es el comisario Lohmann.

    De hecho, Kent vendría a ser la imagen especular de Hofmeister, uno de los temas clave en la filmografía de Lang, puesto que ambos recorren el mismo camino pero en sentido inverso.

    Y no deja de ser curioso que Lang vuelva a repetir una jugada que ya le había salido perfecta en M, como es la de las marcas que deja un escrito, allí en el alfeizar de una ventana, aquí en el cristal de otra ventana.



    Como antes decía, si la disertación del profesor Baum no fuese suficiente como para señalarle como el nuevo amo del crimen, el hecho de que el doctor Mabuse sea su paciente serviría para corroborarlo.



    Allí también veremos la primera manifestación astral de este, si tal fenómeno no es, como decía, un producto de la mente deteriorada del primero.





    Serán esas hojas que Mabuse escriba de forma compulsiva las que le servirán, como luego veremos, a Baum en sus tejemanejes.

    El personaje de Lilli (Wera Liessem), la novia de Tom, permite introducir las pertinentes dosis de romance de las que carecía M y que habían sido uno de los sellos de identidad langianos, como hemos podido apreciar en títulos recientes como METRÓPOLIS, SPIONE o LA MUJER EN LA LUNA, además de ser el objeto central de otros como LA MUERTE CANSADA o LOS NIBELUNGOS.





    A través de un breve flashback conoceremos el pasado de Tom y el motivo de sus reticencias dentro de la banda del nuevo doctor Mabuse a la hora de matar a alguien.

    La inesperada visita del doctor Kramm (Theodor Loos, el rey Gúnter de LOS NIBELUNGOS) al domicilio de su colega es otro ejemplo de la influencia de Lang en Hitchcock (que más adelante se daría igualmente a la inversa (léase RECUERDA (1945) vs. SECRETO TRAS LA PUERTA (1948)) y nos brinda una explicación no racional al enigma que envuelve al doctor Mabuse y su imitador.



    La secuencia del asesinato de Kramm a manos de los secuaces del nuevo doctor Mabuse es otro de los momentos álgidos de la película y está maravillosamente resuelto por Lang haciendo de nuevo un uso primoroso del sonido ambiental, en este caso uniendo en un concierto macabro el producido por los cláxones de los coches con el del disparo de la pistola que acabará con su vida.















    Otra secuencia que hubiese firmado con orgullo el director británico.

    La idiosincrasia de los actos delictivos del nuevo Mabuse desconcierta incluso hasta a sus propios hombres.



    Parece que su verdadero objetivo no es el económico sino simplemente el sembrar el caos en la sociedad.

    La frustrada búsqueda de Hofmeister por parte del comisario Lohmann parece de nuevo una réplica de la que se daba entre este y Hans en M.

    Igualmente Lang vuelve a mostrarnos los métodos que usa la policía para encontrar al ex-detective y también al asesino del doctor Kramm.



    Sin embargo, lo que entonces era novedoso ahora se vuelve algo tedioso por lo reiterativo.

    El imposible careo entre el felizmente aparecido Hofmeister y Lohmann está excelentemente resuelto por el director con esa idea brillante aunque fallida de la falsa llamada telefónica, el último momento de cordura del ex-detective.







    Y la hipnótica mirada del doctor Mabuse incluso en su locura...



    El nuevo doctor Mabuse da sus órdenes detrás de un cortinaje que sólo permite oír su voz, o más bien, sus órdenes.



    Unas órdenes que tendrán como brazo ejecutar a la Sección 2-B que en este caso bien podrían servir de símil de las SS creadas por Hitler en 1925.

    A continuación encontramos uno de los puntos débiles del guion puesto que pese a la resonancia que tuvieron diez años antes las actividades del viejo doctor Mabuse el comisario Lohmann no parece recordar un caso tan sonado en la historia criminal de la capital alemana.



    La primera vez que asoma una posible conexión entre Mabuse y Baum en los labios de Lohmann es desmontada por Lang de forma drástica al mostrarnos el cuerpo sin vida del primero.



    En lo que supera esta versión de 1933 a la de 1922 es en el mayor desarrollo de los miembros de la banda criminal, aunque el personaje de Tom sea el mejor perfilado pues es el héroe de la historia, a pesar de ser Lohmann el astro de la función.

    Tampoco sabremos nunca si Mabuse murió por propia voluntad o a manos de Baum, lo que deja a nuestro libre albedrío lo que mencionaba al principio del comentario acerca de lo esquivo de su adscripción a un género u otro.

    Por cierto, no deja de ser un poco cruel que Rudolf Klein-Rogge, la estrella de muchas (y de las mejores) películas de Lang y que además fue el primer esposo de Thea von Harbou, tenga una presencia tan escasa en pantalla.

    ¿Lo que antes podría haberse entendido como una justificación por parte del director al tomar primero como amante a Thea y luego casarse con ella se ha convertido aquí en una mezquina venganza dado que la pareja se divorció finalmente el 26 de abril de ese año?

    Desde luego el vehemente discurso del profesor al comisario defendiendo las ideas de Mabuse – que además está en cuerpo presente – bien podrían pertenecer al Adolf que ya estaba saboreando las mieles de la gloria.



    Y primera vez que se menciona la palabra “testamento” que serviría de título a la película.

    Y de nuevo otro fallo en el libreto puesto que no tiene lógica el que Hofmeister se encuentre ingresado en el mismo hospital psiquiátrico que dirige el profesor puesto que lo lógico es que este simplemente le hubiese eliminado dado que es la única persona que conoce su verdadera identidad a pesar de su actual estado mental.

    La reunión nocturna de todas las bandas de la organización criminal nos recuerdan de nuevo aunque a una mucho menor escala la que podíamos admirar en M y que fue absolutamente clave en la detención del asesino encarnado por Peter Lorre.



    Lang establece un inteligente paralelismo entre las máscaras y los cuadros que cuelgan de las paredes del despacho del profesor Baum y su mente cada vez más perturbada por las megalómanas ideas de poder de Mabuse.











    Como decía al principio Baum tiene más del segundo Caligari que de Mabuse puesto que han sido las lecturas de ese “testamento” lo que han provocado que el primero se crea una reencarnación del último.

    Aquí aparece uno de esos toques terroríficos que salpican la propuesta como es la presencia del fantasma del doctor Mabuse que ciertamente provoca escalofríos.



    Y primera vez que oigamos la voz del susodicho, aunque no he podido averiguar si la misma pertenecía a Klein-Rogge o fue doblado para tal menester.

    Ese monólogo de Mabuse está filmado por Lang de tal forma que no queda claro si la posesión de Baum es real o imaginaria.

    ¿Realidad o ficción?

    Antes he hablado de la historia de amor entre Tom y Lilli pero lo cierto es que pese al buen hacer del primero y el encanto que desprende la segunda seguramente sea la más tenue (o la menos interesante) de las que hemos presenciado en los últimos títulos del director.



    Por cierto, en cierta forma el personaje de Tom bien podría ser un embrión del interpretado por Henry Fonda en SÓLO SE VIVE UNA VEZ (1937), un ex-convicto que ansía volver a encontrar un lugar en la sociedad.

    No deja de ser curioso que la figura recortada que se encontraba tras las cortinas de la habitación tiene la forma del profesor Baum y no del doctor Mabuse...



    En esas tres horas de vida que se les concede Tom y Lilli intentarán por todos los medios salvar sus vidas, lo que le permitirá a Lang confeccionar otra de sus mejores secuencias.





    El director creará un suspense perfecto porque además lo yuxtapone al cerco que los hombres de Lohmann han cerrado sobre el domicilio en el que se han reunido alguno de los elementos más importantes del doctor Mabuse (léase Baum).

    El paralelismo entre M y EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE se incrementa cuando vemos que si en la primera los hombres de “Schränker” abrían un agujero en el suelo del piso, sus homólogos lo harán en el techo de otro…

    … aunque con fines bien distintos…

    … y no sólo eso sino que será otro (providencial) agujero, el que salve las vidas de Tom y de su novia…

    De nuevo será el comisario Lohmann quien corte a lo Alejandro Magno el nudo gordiano del asedio y demuestre, como decía al principio del comentario, que es él y no el doctor Mabuse o el profesor Baum el verdadero protagonista de la película.



    Al igual que Hitchcock Lang dilatará o contraerá el tiempo a su antojo pues es ciertamente imposible que en el breve lapso de tiempo que les queda de vida a la pareja protagonista el agua que irrumpe en la habitación en la que están encerrados sea capaz de llenarla a tiempo de salvarles.



    El sagaz comisario no tardaré en atar cabos y de esta forma empezará el cerco policial a la figura del director del manicomio, el profesor Baum.



    Aunque como digo sea el comisario la figura destacada de la cinta, me gustaría igualmente destacar la presencia de su ayudante, Müller, un igualmente excelente Klaus Pohl, que sirve de perfecto contrapunto, con su espigada figura, frente al orondo Wernicke.

    Inteligente idea la de Lohmann del careo entre el profesor y sus adláteres que sin embargo se ve frustrada dado que el primero sí conoce a los segundos pero no viceversa puesto que lo único que han visto de él es una sombra y una voz detrás de una cortina en una habitación desnuda.

    Y fallo de principiantes el de Baum al reconocer involuntariamente a Tom que junto a Lilli se habían acercado a la comisaria para recabar la ayuda de Lohmann.





    Todos las pistas conducen al manicomio del profesor Baum, como antes lo habían hecho al del (nuevo) doctor Caligari…

    Lang, adelantándose a Hitchcock, nos señala en ese mapa que se encuentra en el escritorio del profesor dónde se encuentra la clave del plan maestro supuestamente ideado por el fallecido (al menos de cuerpo presente) doctor Mabuse.



    Una mapa de la zona norte de la capital donde pretende poner la guinda al pastel que provoque el desmoronamiento de la sociedad a la que tanto dice despreciar.

    Un círculo que engloba a la fábrica de productos químicos más importantes de la capital y una fecha…



    El acto final que acontece en la susodicha fábrica será la traca final en la que el director gaste todas sus balas.

    Y aunque Lang se marque una persecución con unas transparencias dignas del mejor Hitchcock...





    ... el desenlace final dista mucho no sólo del de la primera entrega del personaje sino especialmente del magistral de la película que la antecede.

    Será en el final donde el director se decante finalmente por un tratamiento fantástico de la trama puesto que será el espectro de Mabuse quien no sólo le abra la puerta del maniconio a Baum sino que también entregará a este su testamento e igualmente quien le conduzca a su antigua celda, ahora ocupada por el demente Hofmeister.









    Parece que la locura es la solución final (o la vía de escape, dado que la anterior expresión pronto tomaría un siniestro significado) para megalómanos como el doctor Caligari, el doctor Mabuse o el profesor Baum.



    El final, no obstante, será idéntico al de la versión de 1922, con Baum (entonces Mabuse) rompiendo el testamento como antes había hecho este último con los billetes falsificados.



    Se me olvidó mencionarlo antes pero la película, como solía ser habitual en los primeros años del cine sonoro, se rodó simultáneamente en alemán y en francés y al parecer Lang se encargó tanto de una como de otra, seguramente porque el vienés hablaba fluidamente el francés.

    Como todas las grandes cintas del director, EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE tenía previsto estrenarse en el gran UFA-Palast am Zoo de Berlín y en concreto el 24 de marzo de 1933.

    Sin embargo, las (nuevas) autoridades consideraron que la película iba en contra de sus doctrinas y se prohibió su exhibición en todo el país.

    Pese a ello la versión alemana se estrenó en la capital húngara el 21 de abril de dicho año.

    En Alemania no se estrenaría – y en una versión severamente mutilada – hasta el 24 de agosto de 1951.

    Bueno, no en Alemania, sino en la República Federal Alemana, dado que por entonces el país se encontraba dividido en dos mitades.

    Francamente, no creo que EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE sea una película más subversiva para el nuevo régimen que M o cintas precedentes.

    Pero…

    … los caminos del Señor (Adolf Hitler) son inescrutables…

    De cualquier forma, la segunda entrega del maquiavélico (ya sea en vida o post mortem) doctor Mabuse no alcanza ni de lejos la grandeza de la primera.

    Y como incursión en el cine sonoro es muy inferior a la magistral M.

    Pero, pese a todo, sigue siendo una película francamente notable de un director que, en mi modesta opinión (y M aparte), dio lo mejor de sí en su excepcional etapa norteamericana.

    Una etapa que va desde 1936 a 1956 y que engloba 22 títulos, incluyendo algunas de las más grandes obras maestras que nos ha legado el Séptimo Arte.

    Y, por supuesto, tampoco conviene olvidar su segunda (aunque mucho más breve) etapa alemana, donde por un lado recrearía a su manera su guion original (en conjunción con su por entonces amante, luego esposa, Thea) para LA TUMBA INDIA y su despedida final con el personaje que, aunque sea en las sombras, ha sido tratado en esta humilde reseña.



    Buenas noches y, buena suerte.



    Última edición por Alcaudón; 12/11/2021 a las 02:15

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