Western Union (1941)
Lo mejor que se puede decir de Western Union es que, viéndola, se hace difícil imaginar que detrás de la cámara hay un director vienés que lleva poco tiempo en Estados Unidos. Uno se imagina más bien que quien la dirige debe ser un veterano director norteamericano forjado en el género ya en la época del cine mudo.
Lang dirige su segundo western consecutivo en la 20th Century Fox, en Technicolor, producido como el anterior por el poderoso Darry F. Zanuck, con Harry Joe Brown como productor ejecutivo. Aunque la película se basa en una novela del popular especialista Zane Grey, publicada poco antes, se comenta que del libro poco queda más allá del título. Como era habitual, trabajaron varios guionistas en el tratamiento fílmico, aunque parece ser que es Robert Carson el responsable final (y el que aparece acreditado). Carson, hablando del film, resume a la perfección lo que me parece la película: “El resultado era un western perfecto en su género, pero sin ninguna originalidad”.
Esa es la impresión que siempre me da esta película. Como película de género me parece correcta, pero no pasa de ser una más, como hay tantas otras, tan fácil de visionar como de olvidar. Aquí, en lugar de las vías del ferrocarril, lo que se tiende son los cables del telégrafo (de Omaha a Salt Lake City), en el camino imparable hacia la conquista del Oeste norteamericano. Para ello, la película se acoge a toda la panoplia habitual de tópicos del género: el outlaw ambiguo, Vance Shaw (Randolph Scott, que siempre me ha parecido un actor un tanto anodino, salvo en su ciclo de films con Boetticher y alguna otra excepción, como la peckipahiana Ride the High Country); el petimetre de la Costa Este (al que le gastarán la típica broma del caballo salvaje para que monte), Richard Blake (Robert Young, al que me cuesta verlo en este papel), que, cómo no, será rival de Shaw en el amor de la joven Sue (Virginia Gilmore, desaprovechada, en un papel que no va mucho más allá del de hacer de bote de miel para las moscas-macho que la rodean; nos la volveremos a encontrar en el hilo de Renoir);
unos indios, ingenuos y borrachuzos, que tanto se pirran por el whisky como se atemorizan ante los calambrazos que les proporciona el cable telegráfico; unos “falsos indios”, en realidad unos bandoleros, que podrían ser una suerte de banda de los James, ocupados en robar a la Western Union ganado y caballos para revendérselos, aunque actúan con la excusa de que son confederados (la película se sitúa en 1861, año del inicio de la Guerra de Secesión), al mando de los cuales se encuentra el “malo malasombra”, Jack Slade (Barton MacLane);
llanuras, búfalos, y el alivio cómico que proporciona el cocinero de la compañía, un Slim Summerville (bastante cargante), que ya aparecía como carcelero en el film de King con la misma función humorística.
La instalación de los postes de telégrafo está bajo el mando del ingeniero jefe, Edward Creighton, un Dean Jagger que cumple, pero sin más, con lo que el reparto en su conjunto acaba siendo para mí uno de los hándicaps del film, por su falta de carisma, su grisura.
Como curiosidad, se echa mano de un fijo en un pequeño papel: Francis Ford, hermano del gran John.
Siempre que se habla de este film se acaba citando el mismo plano: una panorámica resigue el cable telegráfico hasta el final de la línea para acabar revelando que hay una multitud de indios, con pinturas de guerra, esperando a los de la compañía.
Efectista, pero poca cosa más. En esa misma secuencia es cuando intentan convencer a los indios de la potencia del hilo que habla, contraponiendo la astucia del hombre blanco a la inocencia del piel roja (otro tópico).
Hacia el final, la película gana algo de mordiente con el incendio provocado por Jack y el duelo final en Elkville entre Vance y Jack (que resulta ser su hermano, detalle melodramático que me parece perfectamente prescindible y metido con calzador) y su banda. Un detalle en forma de colgante, le da una pátina de romanticismo a la resolución del film, que me hace, finalmente, recordar que Lang dirige la función.
En resumen, western correcto, pero pasemos a la siguiente.