Ministry of Fear (1944)
En la famosa entrevista del recientemente desaparecido Peter Bogdanovich, Lang se muestra muy crítico con la película. Como admirador de las novelas de Graham Greene, consideraba que el guion de Seton I. Miller destrozaba el original, pero ya había firmado un contrato con la Paramount, que se había hecho con los derechos de la obra: “Firmé un contrato por diez semanas, pero cuando volví aquí y vi lo que habían hecho con el guion, me quedé aterrado y dije. “Quiero romper este contrato””. Lang aún va más allá en las muestras de despreció hacia su film: “La vi hace poco por televisión, donde estaba dividida en fragmentos [supongo que se refiere a cortes publicitarios], y me quedé dormido”.
¿Hay para tanto? Si se compara la película con la novela (que es en lo que voy a basar mi comentario), sí, desgraciadamente. El guion de Miller convierte la atormentada narración de un hombre enfermo mentalmente, que sufre de amnesia durante buena parte de la trama, apesadumbrado por la culpa (de haber matado a su mujer enferma, aunque fuera un acto piadoso), en un chispeante film de intriga, sombrío pero repleto de detalles asombrosos, que lo convierte en una especie de “Alicia en el País de las Maravillas” tenebroso, ambientado (como la novela) en un Londres bajo los bombardeos de la aviación alemana. Como apuntaba el amigo Alcaudón, el tono del film nos hace pensar en Hitchcock, tanto por las dosis de humor que contiene como por la manera tan despreocupada con que termina la película, incluida la escena final con chiste incorporado, forma con la que el maestro londinense solía concluir algunos de sus films, como tuvimos oportunidad de comentar en su día en la revisión que le dedicamos.
En cambio, la novela de Greene, sin renunciar a ciertos detalles humorísticos y extravagantes, concluye con el protagonista, Arthur Rowe (Stephen Neale en el film, un magnífico Ray Milland), reuniéndose con la austríaca Anna Hilfe (Carla en la película, Marjorie Reynolds) con la esperanza de compartir el futuro, pero consciente que entre ellos se va a instalar un muro de silencio sobre su pasado, algo que da otra dimensión al título de la novela: ese “ministerio del miedo” tiene un sentido mucho más amplio en Greene que en la película de Lang.
Aunque buena parte de los detalles más bizarros del film provienen de la novela, como la absurda cuestión de la tarta ganada en una feria benéfica (un Macguffin hilarante y sumamente absurdo) o la séance con falso asesinato incluido, y también el escalofriante final de Cost (Dan Duryea), suicidándose con unas enormes tijeras, el guion introduce muchas modificaciones. Para empezar, la película se inicia con Stephen saliendo de un psiquiátrico, mientras que, en la novela, Arthur está viviendo en Londres, en un piso alquilado, plenamente consciente de su pasado.
El episodio de la feria es bastante fiel a la novela, pero no la siguiente secuencia en el tren con el falso ciego, creada, supongo, por Miller (aunque no hay duda de que tiene un cierto aire languiano). En la novela el viejo que intenta encontrar el microfilm en el pastel se presenta en el piso de Arthur, pero el encuentro se ve interrumpido por la caída de una bomba.
Como en la novela, Stephen contrata los servicios de un estrafalario detective y contacta con la asociación de las “Mothers of the Free Nations”, donde conoce a los hermanos Hilfe (apellido que, en un detalle guasón que procede de Greene, quiere decir “ayuda” en alemán). Con Willi (Carl Esmond, actor vienés, mientras que el papel de la hermana lo interpreta una actriz norteamericana) visita a la señora Bellane (una señora Bellane, interpretada por la sofisticada Hillary Brooke, distinta a la pitonisa de la feria), organizadora de una séance que se interrumpe con el falso asesinato de Cost.
Entre Stephen y Carla (como entre Arthur y Anna en la novela) se va generando una atracción mutua.
La diferencia, quizá la más notable respecto a la novela, es que es el propio Stephen quien le cuenta a Carla la muerte de la esposa, muerte que no fue un asesinato, ya que fue ella misma quien ingirió el veneno por iniciativa propia. El sentimiento de culpa, un tema nuclear en la obra del católico Graham Greene, queda así difuminado (lo cual probablemente justificó el enfado del autor).
Si bien el episodio de la bomba (tan languiano) se ilustra en el film de manera parecida, la diferencia es que, mientras en la película Stephen despierta en las dependencias de Scotland Yard y es interrogado por el inspector Prentice (Percy Waram), en la novela Arthur queda ingresado en el psiquiátrico del Dr. Forrester (Alan Napier en la película, el entrañable Alfred de la sesentera serie televisiva de Batman), con otro nombre, recuperándose de una amnesia que ha borrado buena parte de sus recuerdos, salvo algunos de la infancia.
Todo el episodio en la casa en ruinas donde murió el falso ciego y en donde Stephen intenta encontrar el rastro de la tarta y del microfilm que ahora sabe que contenía es un añadido del guion, mientras que el enfrentamiento final con Willi en su apartamento se cuenta de forma muy diferente. En la novela no es Carla/Anna la que dispara sobre él, sino que, al contrario, le facilita la huida, aunque ella ya ha decidido no seguir apoyando la red de espionaje nazi (vínculo con el nazismo que es más implícito que explícito).
En la novela, Arthur persigue a Willi hasta la estación de Paddington, donde el espía espera huir a bordo de un tren con el objetivo de llegar hasta Irlanda (país neutral durante la II Guerra Mundial). Arthur le fuerza a descender del vagón y mantienen un último enfrentamiento en los lavabos de la estación, donde Arthur recupera el microfilm. Willi, consciente de que ha perdido la partida, se suicida de un disparo. En la película, en cambio, se cierra la trama con un fugaz tiroteo en la azotea del edificio donde viven los Hilfe.
Evaporada buena parte de la densidad y la complejidad de la novela de Greene, nos queda, a pesar de todo, un film entretenido, brillante en algunos momentos, un juego cinematográfico que no parece dudar en mostrarnos abiertamente el artificio narrativo, y en el que “el hombre medio” logra desmontar la trama de espionaje de los temibles nazis. Si tenemos en cuenta que esto se rodaba mientras las bombas seguían cayendo sobre Londres, no hay duda de que tiene su interés.
Acabo con un par de apuntes sobre la edición en BD de Universal. Por un lado, la imagen me ha parecido solo regular, hay momentos, en especial los más oscuros, francamente mejorables. Por otro lado, los subtítulos en castellano traducen la referencia a los “bombardeos nazis”, que es lo que dicen los personajes en inglés, por “bombardeos alemanes”. Curioso, realmente, me pregunto el porqué.
La próxima entrega, The Woman in the Window, supongo que nos planteará el debate eterno sobre si el final de la película era la mejor solución. Yo ya avanzo que soy de los que no les gusta que todo acabe siendo un sueño.