Human Desire (1954)



A pesar que Lang no parece mostrar demasiado entusiasmo por este film en su célebre entrevista con Bogdanovich, y de las injerencias indocumentadas del productor de la Columbia, Jerry Wald, Human Desire me parece un magnífico film, solo un poco por debajo de The Big Heat.

De entrada, olvidémonos de Zola, a pesar de que el guion de Alfred Hayes aparece acreditado como basado en el escritor francés. El referente es, en todo caso, como ya hemos repetido varias veces, el guion de Jean Renoir para su película La bête humaine, comentada detenidamente en el hilo dedicado al director francés.

Ese “calco” relativo (“relativo” porque el final se distancia notablemente de Renoir) se evidencia en una serie de opciones en que Lang sigue el planteamiento estructural del film francés: el inicio, casi sin diálogo, situándonos en el interior de la locomotora (eléctrica, no de vapor: los tiempos han cambiado) que conducen Jeff Warren (Glenn Ford), a su vuelta de la guerra de Corea, y su veterano amigo Alec (Edgar Buchanan).





Son minutos de vías de tren, puentes, túneles, estaciones, sonido de ferrocarril, acompañado de la banda sonora de Daniele Amfitheatrof. Luego, la llegada a la ciudad y las tareas rutinarias de los maquinistas: entregar la máquina y pasar por la oficina a cobrar.



Un inicio que nos recuerda otro film de Lang con guion de Alfred Hayes, Clash by Night, donde el tono semidocumental se centraba en la pesca de la sardina y la industria conservera. Uno está tentado a pensar, a la vista de este espléndido inicio, que esa deriva documental era una de las cosas que más atraía a Lang, más que la historia de crimen y adulterio que sigue a continuación.

También se toma prestado de Renoir, no de Zola, la presencia de Jeff dentro del tren durante la noche del asesinato de John Owens.





En la novela, como he repetido más de una vez, el protagonista, Jacques Lantier, asiste al crimen desde fuera del tren, atisbando solo brevemente el asesinato a través de la ventanilla del compartimento.

En lo que no se sigue a Renoir, y quizá sí la obsesión de Wald por considerar a Vicki (extraordinaria Gloria Grahame) como la auténtica “bestia humana”, es en asignarle al personaje el papel de femme fatale, de manera más acentuada que en la película de Renoir, y desde luego que en la novela. El cartel que enlazo no deja lugar a dudas: “She was born to be bad… to be kissed… to make trouble!”. Algo que se potencia con la presentación de Vicki, tumbada ociosamente, preocupada en mostrar las medias que ha comprado a su marido (y enseñarnos así de paso las piernas a los espectadores), mientras suena una música sensual de saxo (no sé si compuesta también por Amfitheatrof), música que servirá de leitmotiv de Vicki en otros momentos del film.



Presentadas así las cosas, las “culpas” de lo que va a acontecer parecen recaer ya de entrada en el personaje de Vicki, una voluble seductora, caprichosa y desocupada, obviando su dimensión de víctima, de haber sufrido un abuso sexual ya en su juventud por parte del que era el poderoso patrón de su madre, Owens. Cuando al final del film Vicki cuente un relato algo distinto a su marido, dudamos de si ahora, por fin, cuenta la verdad, o si es una manera de provocar a Carl (Broderick Crawford), casi una incitación al crimen, una forma indirecta de suicidarse. En todo caso, la “mala” pagará con su vida.

Si en Vicki se focalizan algunas de las características habituales de la femme fatale del noir, en Carl encontramos el típico marido mayor que la esposa (como en The Postman Always Rings Twice), un tanto simplón y primario en sus razonamientos, con cierta tendencia a la violencia, y que ante los problemas parece buscar refugio en la bebida. Crawford encarna al personaje a la perfección, deambulando, a partir de cierto momento, como un zombi por las instalaciones de la estación: es un asesino, pero convertido ahora en una especie de muerto viviente. Quiza el asesinato de Vicki está resuelto de manera demasiado sumaria, una especie de concesión al destino que tanto gustaba a Lang, pero en este caso demasiado reparador, con moraleja.

Donde más difiere la película de Lang de Renoir y, desde luego, de Zola, es en el personaje de Jeff. Supongo que los tiempos no estaban para convertir al protagonista en un psicópata asesino, misógino hasta el extremo, con una pulsión violenta incontrolable. Ni encajaba con los usos y costumbres de Hollywood ni mucho menos con la imagen de Glenn Ford (aunque en The Big Heat demostraba ser capaz de mostrarnos un lado sumamente oscuro de su personalidad). Para ello hubiera hecho falta otro actor y, en definitiva, se hubiera tratado de otra película.

Hay un detalle romántico en el guion de Hayes que guarda una lejana, muy lejana, relación con Zola y Renoir, pero maquillado de la misma manera que lo está el personaje de Jeff. Me refiero a la hija de Alec, Ellen (Kathleen Case), una jovencita (quizá un poco crecidita para lo que se nos dice de ella) que le tira los tejos descaradamente a Jeff ya desde el primer momento.



A diferencia de Zola, en que un personaje que podría ser equivalente acaba siendo una asesina ella misma, aquí la dulce (y un tanto pegajosa) Ellen “redime” a Jeff entregándole dos tiquets para un baile. Esa será la tabla de salvación a la que se agarre el maquinista al final, saliendo demasiado bien parado de una historia donde él también ha jugado un papel determinante: primero, mintiendo a la policía; luego, aceptando como recompensa el amor interesado de Vicki, sin guardar ningún escrúpulo por engañar a un compañero; y, por último, mostrándose dispuesto a matar a Carl… aunque al final no se atreva. El guion de Hayes introduce (algo que no está ni en Zola ni en Renoir) unas interesantes consideraciones sobre el hecho de que Jeff acaba de regresar de Corea, donde como soldado ha matado, lo que parece convertirlo en la persona idónea para cometer un asesinato. Pero el crimen en la guerra no lo convierte en una “bestia humana”, más bien parece algo que se esfuerza en dejar atrás, algo que podrá conseguir con “the right girl”, o sea, con Ellen, no desde luego con Vicki.

Vicki Buckley: You've killed before!
Jeff Warren: Before? Oh, the war, huh. I'd almost forgot. You thought I could do it because of that, huh? Well, there's a difference. In the war you fire into the darkness... something moving on a ridge, a position, a uniform, an enemy. But a man coming home helpless, drunk... that takes a different kind of killing.
Vicki Buckley: Yes, and a different kind of a man.

Lang hará uso de las elipsis en momentos clave. En un caso nos priva de ver el asesinato de Owens. En otro, de asistir al intento de Jeff de matar a Carl (un tren nos tapa la escena), creando de esta manera cierto suspense. En cambio, sí se muestra explícito el último crimen, el de Carl sobre Vicki, con lo que se refuerza el carácter culpabilizador que gravita sobre ambos personajes.

Quizá ese exceso de moralismo (por otra parte, muy frecuente en el cine negro de la época) debilite un tanto la propuesta de la película, pero me quedo con la magnífica combinación de realización, fotografía (de Burnett Guffey) e interpretación. Y, por supuesto, con Gloria Grahame.

En la próxima entrega Lang volverá a su querido género de aventuras, con un film excelente: Moonfleet, adaptación de la novela de John Meade Falkner, muy recomendable para amantes del género.