Cada decisión tiene que adaptarse al medio (en literatura, como dices, siempre puedes recurrir a una nota) y al público al que va dirigido. En cine y teatro el humor tiene que ser inmediato: tú no puedes esperar que el espectador diga "han mencionado a un tipo que no sé quién es, luego lo busco en casa a ver si es gracioso". En algunos momentos puede ser hasta contraproducente, porque si un momento tiene que ser cómico y en la lengua de llegada no lo es, la obra pierde ritmo. Que me parece bien que tú prefieras lo otro, pero no funciona como solución casi nunca. Me acuerdo por ejemplo de un capítulo de los Simpson en que en VO hacen una broma con un tipo que en aquel momento estaba envuelto en un caso de pederastia. Como no era en absoluto conocido en España, el traductor optó por cambiarlo por Michael Jackson. Te puede parecer una vulgaridad, pero el espectador con una cosa se ríe y con la otra no. A veces esos cambios son una traducción más fiel que dejar el nombre original, porque al menos reproduces el efecto cómico tal y como fue concebido.
Por supuesto, también hay muchos casos en que el traductor se pasa tres pueblos y utiliza prácticas más cuestionables (lo de Sabrina, cosas de brujas o El príncipe de Bel-air es acojonante, por ejemplo). O lo de Futurama y Star Trek que mencionas, que es del todo innecesario porque Star Trek es bastante conocido en España.