John Carpenter articuló, con “La noche de Halloween”, un engranaje elementario de intensificada emocionalidad terrorífica, con la asombrosa capacidad estética que solo premia en los verdaderos genios. Convirtiendo la que es posiblemente su mejor película en una obra maestra imprescindible, absoluta cumbre de un macabrismo exento de efectismos. Y regalándonos un personaje eterno. Ahora, treinta años después, Rob Zombie reconstruye un puzzle psicológico desde la categoría del autor maduro y concienzudo, elaborando un estremecedor “slasher” que, ya desde sus primeros minutos, se intuye crepuscular, y finaliza como lo que, a día de hoy, es ya una realidad: un remake sesudo y de bestialidad bizarra que se erige como antológica cumbre del horror post-contemporaneo, incapaz de superar a su modelo original en categoría pero igualándole en potencial cinético. Zombie se lo pone verdaderamente difícil al adherido fan de la película de Carpenter, desdoblando su pericia en dos polos opuestos pero complementarios (primero esgrimiendo el re-enfoque de la infancia del psicópata desde una perspectiva semi-documental, alejándose de la tragedia, y después envistiendo al remake desde una angulación inaudita) y mostrando los salvajes brotes de violencia sin miramientos y con una estética que arremete directamente contra el espectador.
Zombie habla del “slasher” sin coartadas, bendiciendo cada cuchillada con una seriedad que lo distancia del director mecánico al que solo le interesa cebarse con la recreación de lo hemoglobinico. Y si la primera parte es, por su brusquedad y originalidad, una perfecta radiografía de un descenso a los infiernos cualquiera, pero anticipado, en su segunda mitad “Halloween: El origen” es, sencillamente, magistral: Zombie recorta a sus personajes y sus acciones con una portentosidad y una seguridad poco usuales, plaga la cinta de referencias (el elenco de secundarios de lujo, la sinfonía del horror creada por Carpenter, el Mr. Sandman de Nan Vernon, y un par de disfraces que ya estaban en “La casa de los 1.000 cadáveres) y momentos inolvidables (la enfermera desangrándose en el comedor, las sesiones de terapia con un espléndido Malcolm McDowell, la huida de Myers del hospital psiquiátrico). Ejemplar remake, cinta de terror autoral, pericia psicopática llena de veracidad sobrenatural, “Halloween: El origen” es más que buena, es una obra maestra de inquietantes códigos morales y políticos, una indagación sin concesiones al corazón de un género que con esta pieza cumbre ha realzado su estatus, y la clara muestra de que, con Zombie, nos encontramos ante uno de los más viscerales, portentosos, salvajes y fascinantes cineastas norteamericanos de las últimas décadas. Mientras este hombre siga haciendo cine, el futuro del terror está muy bien asegurado.
Lo mejor: Absolutamente todo.
Lo peor: Que el purista no acepte su revisión post-moderna.