A mí me hizo mucha gracia la "táctica Amélie".
Ya sabes, se metía en la casa del odioso tendero aquel (sin que se enterase, aprovechando que conocía sus horarios) y le hacía pequeñas putaditas de baja intensidad: cambiar las bombillas por otras de menos vatios, acortar y juntar los cables de las lámparas, trabar cajones, reprogramar las memorias del teléfono, cambiar la hora en el despertador, mover objetos de sitio..., siempre cosas que le hacían dudar, pero que no le permitían deducir que alguien le estaba puteando a propósito.

Si a mí me hicieran algo así, una y otra vez, acabaría por mudarme, convencido de que tengo un poltergeist en la casa, ...o pensaría que estoy mal de la chola.