Al final, en vista de la enorme cantidad de gente que se presentó allí con intención de comprar entrada para "La maldición de la flor dorada" sin saber que era sólo para abonados (o sabiendolo, pero en plan a-ver-qué-pasa), terminaron "abriendo las puertas" y vendiendo entradas. Conclusión: aunque las normas digan oficialmente una cosa, nunca os rindais, ni aquí ni en Sitges ni en Sebastopol; siempre hay sorpresas y el que se lo curra a menudo triunfa. Resultado para la muestra: una cantidad de público bastante considerable para ver lo último de Zang Yimou.

Por cierto, para mí ¡peliculón! aunque con cuidado: tal vez no sea lo que muchos esperan, engañados por la ambientación y los trajes y la memoria reciente de "Hero" y "Las dagas voladoras". Ésta es más bien un culebrón cortesano, una tragedia palaciega... No esperéis tanto trampolín ni tanta goma elástica, no es un wuxia, aquí el tema va intrigas, secretos familiares, sentimientos desgarrados y el sufrimiento de la emperatriz (Gong Li). Explosión de color, y unos niveles cinematográficos sublimes en todos los apartados, obligatorio verla en cine, en cualquier TV perdería muchísimo...

El talón de Aquiles que le encontró cierta parte del público que salió diciendo que se había aburrido: tal vez la historia la traía muy floja, no dice nada (ya digo: un culebrón). Tampoco es que la historia de "La casa de las dagas voladoras" fuera un dechado de profundidad y complejidad, pero es mucho más sencillo sacarle partido a la forma plástica cuando va articulada sobre la lucha que cuando reviste a personajes que sólo hablan y sienten... Lo primero es como ver danza, lo segundo como ver pintura. "La maldición..." sería por lo tanto una especie de tragedia sentimental pictórica. Por eso os decía que cuidado con las espectativas.

Eso sí: el tramo final sí que es apabullante, de una marcialidad tan exagerada que impresiona, yo nunca he visto nada igual... Verlo para creerlo.