Con El Sueño Eterno hay que hacer lo que rezaba la publicidad de Tenet, "No intentes entenderla, siéntela". Es cierto que su trama es confusa, pero eso es algo casi intrínseco en la mayoría del cine negro. Es un conjunto de escena extraordinarias, una detrás de otra, con unos Bogart y Bacall inconmesurables haciendo su show y un no menos prodigioso trabajo de Hawks.