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Tema: Jean Renoir: revisando sus películas

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  1. #1
    gurú Avatar de Alex Fletcher
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Cita Iniciado por Alcaudón Ver mensaje
    A ver si me veo esta noche THIS LAND IS MINE y así me voy poniendo al día.

    También es cierto que como bien dice el querido amigo Fletcher es una película que ha ido de más a menos en mi apreciación con el paso de los años y eso a pesar del excelente reparto.

    Me apetece más THE SOUTHERNER de la que guardo un gratisimo recuerdo.

    Claro que también quiero ponerme al dia en el rincón Hammer con, seguramente, THE PLAGUE OF THE ZOMBIES (1966), de John Gilling, que sigue la senda abierta por Terence Fisher con LA GORGONA en el sentido de usar Criaturas ajenas al imaginario de la Universal.
    Ohhhh "la plaga de los zombies" adoro este remake encubierto de "la legion de los hombres sin alma", título por cierto, y ya es raro, muy superior al título orginal de "white zombie"

  2. #2
    Senior Member Avatar de cinefilototal
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Cita Iniciado por Alex Fletcher Ver mensaje
    Ohhhh "la plaga de los zombies" adoro este remake encubierto de "la legion de los hombres sin alma", título por cierto, y ya es raro, muy superior al título orginal de "white zombie"
    Pues coméntanos algo, a mi también me gusta mucho.

  3. #3
    Senior Member Avatar de Alcaudón
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Noooooooooooooooooooooooooooooo, otro programa doble noooooooooooooooooooooooooooo...




  4. #4
    Senior Member Avatar de tomaszapa
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Yo prefiero este programa doble:




  5. #5
    Senior Member Avatar de mad dog earle
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Diario de una camarera (Le Journal d’une femme de chambre, 1900), de Octave Mirbeau



    28. Diario de una camarera (The Diary of a Chambermaid, 1946), de Jean Renoir



    Diario de una camarera (Le Journal d’une femme de chambre, 1964), de Luis Buñuel





    Octave Mirbeau (1848-1917) fue un escritor y periodista francés, amigo y admirador de Émile Zola, y como él defensor de la causa de Dreyfus y fustigador del antisemitismo rampante que imperaba en el país. Mirbeau fue evolucionando hacia posiciones cada vez más radicales y anarquizantes, siendo quizá “Le Jardin des supplices” (1899) y “Le journal d’une femme de chambre” (1900, aunque algunas versiones más reducidas se habían publicado ya con anterioridad) sus obras más relevantes y escandalosas.

    “Le Journal d’une femme de chambre”, como su mismo nombre indica, es un diario escrito por Célestine, una femme de chambre bretona (camarera o doncella, en definitiva, una criada) que ha servido en multitud de casas parisinas, de las cuales ha tenido que salir en muchas ocasiones de forma un tanto abrupta. Cuando se inicia la obra ha sido contratada por un matrimonio burgués del pueblo normando de Mesnil-Roy. Las anotaciones del diario nos informan de su estancia en casa de los Lanlaire entre 14 de setiembre de 1898 y el 24 de noviembre del mismo año, con un epílogo redactado 8 meses más tarde (o sea, ya en 1899). Aunque no se menciona explícitamente el año, se deduce de un comentario sobre el caso Dreyfuss incluido en el epílogo.

    Con es natural, la obra está escrita en primera persona (lo que la diferencia, ya de entrada, del estilo narrativo de las dos versiones cinematográficas que comentaré). Célestine aprovecha las entradas del diario para pasar revista a su pasado, desde su atribulada niñez, en un pueblo costero bretón, hasta sus estrafalarias experiencias en casas de la burguesía y de la nobleza francesa, parisina en la mayoría de casos. Célestine no tiene pelos en “la pluma”, poniendo de vuelta y media una clase social corrupta, viciosa, mezquina, hipócrita, aunque tampoco los sirvientes, ella misma incluida, quedan mucho mejor parados, todos ellos, en realidad, deseosos de formar parte de aquella clase a la que detestan y de la que se aprovechan tanto como pueden. Célestine sirve de máscara (el autor atribuye el diario a una Mlle Célestine R. real) a Mirbeau para explayarse en su vitriólica crítica de una sociedad donde la injusticia, el clasismo, el patrioterismo y el antisemitismo campan por doquier.

    En casa de los Lanlaire, Célestine comparte el servició con la cocinera, la simplona Marianne (que se entrega alegremente al señor de la casa), y con Joseph, el jardinero y cochero, un hombre lacónico, de aspecto terrible, feo, antisemita, ultraderechista, enemigo de la república y de los valores democráticos. Por esa “perla”, que Célestine está convencida es el autor del brutal asesinato de una niña, Claire, violada en el bosque, la camarera va a experimentar una atracción cada vez más intensa, hasta el punto que, en la conclusión de la novela, los vemos casados, regentando un café en el puerto normando de Cherbourg, llamado “À l’Armée Française!” (nombre que ya es toda una declaración de principios).

    Al final de la obra, Joseph y Célestine han dejado a los Lanlaire unos meses después de que se haya producido un robo en la casa, desapareciendo toda la valiosa vajilla de plata que atesoraban sus amos, acción de la cual Célestine está convencida de que Joseph es el responsable, pero que este no llega a confesarle en ningún momento, algo que parece no importarle demasiado: “nunca sabré nada acerca de Joseph, jamás conoceré el misterio de su vida. Y quizá eso es lo que me une más a él”. Visto lo cual, no nos puede sorprender el párrafo con que Célestine concluye su diario: “Es como un diablo que se hubiera apoderado de mí. Y me siento feliz de pertenecerle. Siento que iré donde él me diga que vaya, que haré todo lo que él me diga que haga… ¡hasta cometer un crimen!”.

    Esta última reflexión de Célestine ya nos da una pista de lo muy distintas que son las adaptaciones cinematográficas de Renoir y Buñuel. Con todo, hay que decir que, mientras el de Calanda se esfuerza en aproximarse a Mirbeau, y creo que consigue reflejar bastante acertadamente el espíritu de la novela, es sorprendentemente el francés el que se aleja de manera manifiesta del original literario.

    El guion de la película de Renoir, que firma el actor Burgess Meredith, parte al parecer de la adaptación teatral (de 1931) de la novela de Mirbeau, “Le Roman d’une femme de chambre”, escrita por André Heuzé, André de Lorde y una misteriosa Mme. Thielly-Norès, de la que no encuentro referencia alguna. Como no conozco esa pieza teatral, no sé si la profunda alteración de la novela de Mirbeau ya procede de ella o hay que atribuirla al guion de Meredith y, quizá, al propio Renoir. No sé qué vio Meredith en Mirbeau que le interesase tanto, hasta el punto de producir el film, junto a Benedict Bogeaus, mediante la productora Camden Productions, creada con su esposa de entonces, Paulette Godard, que encarnaría en la pantalla a Célestine.

    Aunque está vez he visionado la película bajo el influjo de la lectura de Mirbeau, reconozco que ya en su día, cuando la vi en la Filmoteca en 1995 (y creo que no la había vuelto a ver), me pareció un film confuso, extraño, muy teatral (en el mal sentido de la palabra), como si de una versión degradada de Le règle du jeu se tratase, con la oposición, como en aquella, de los señores y los sirvientes.

    La versión de Renoir acumula elementos que dificultan y perjudican el resultado: por un lado, el habitual distanciamiento que produce que el ambiente provinciano francés (fiesta del 14 de julio incluida, momento ausente de Mirbeau) se reproduzca en inglés y en un más que evidente decorado. Por otro lado, el tratamiento extremadamente bufonesco que el propio Meredith da al personaje del vecino de los Lanlaire, el capitán Mauger, acentuando la rivalidad (que sí procede de Mirbeau) entre él y M. Lanlaire, uno republicano, el otro antirrepublicano. Aunque los lanzamientos de objetos y basura del estrambótico capitán al jardín de los Lanlaire aparecen en la novela (también lo incluirá Buñuel), el tono adquiere visos casi de slapstick.



    En el film se introduce un personaje, Georges (Hurd Hatfield), el hijo enfermo de los Lanlaire, que se extrae de otro de los domicilios donde ha servido Célestine, y que aquí dará pie a un forzadísimo final “feliz”, felicidad que, si hacemos caso a lo que acontece en la obra de Mirbeau, será poco duradera, ya que el joven está enfermo de tuberculosis y tiene los días contados (en la novela, la relación amorosa con la camarera es de lo más incómoda para el lector, por lo explícito de sus intercambios de fluidos).



    Por último, Renoir/Meredith convierten a Joseph (el checo Francis Lederer) en un villano puro y duro, por el que Célestine experimenta temor y repugnancia, a pesar de lo cual hay una confusísima situación en la que anuncian a sus amos (interpretados por la gran Judith Anderson y Reginald Owen) su enlace, consiguiendo el cochero que los Lanlaire le den toda su vajilla de plata a cambio de que aleje a Célestine de los brazos de Georges.



    Plata que la camarera acabará repartiendo entre los habitantes del pueblo reunidos para celebrar la Fiesta Nacional, momento que se cerrará con el aparente asesinato de Joseph por parte de la masa (como pasaba con Kostylev en Le bas-fonds), ya que Célestine lo denuncia como autor del asesinato de Mauger y del robo de sus ahorros.

    Buñuel en cambio, con la ayuda de Jean-Claude Carrière (que inauguraba aquí su fructífera relación con el director aragonés, y que en un detalla muy buñueliano interpreta el papel del cura), se aproxima mucho más a la letra y al espíritu de la novela de Mirbeau. La Célestine de Jeanne Moreau representa mucho mejor la vulgaridad y sexualidad del personaje. También incluyen la violación y asesinato de la niña (crimen que está ilustrado con una de las imágenes más inquietantes y perturbadoras del cine del aragonés: unos caracoles deslizándose viscosamente por las piernas ensangrentadas de la pequeña), y la obsesión de la camarera por desenmascarar a Joseph, aunque, a diferencia de la novela, el vínculo que se establece entre ambos no es el fruto de la atracción que sienta ella por su rudo compañero de trabajo, sino una argucia para poderlo denunciar a la policía.



    Por otra parte, Buñuel y Carrière saben dotar al personaje de Joseph (un Georges Géret que da muy bien el tipo) y a la sociedad francesa de la época (en este caso los años treinta) de las características que exponía críticamente Mirbeau en referencia a la Francia de final de siglo, con lo que se establece una inquietante continuidad histórica: Joseph es militante de Action Française, un partido político tradicionalista y monárquico, donde puede defender sus ideas racistas y profundamente antisemitas. El asfixiante ambiente provinciano queda mucho mejor recogida en el film de Buñuel y el final es más fiel a Mirbeau, en el puerto de Cherbourg, con Joseph regentado el café “À l’Armée Française”, mientras una manifestación de Action Française recorre las calles, al grito de “À bas la Republique” y consignas contra Herriot, que fue primer ministro, a las que Joseph añade un siniestro “Vive Chiappe”, en referencia al que fuera prefecto de la policía y amigo de la extrema derecha.

    La diferencia es que en Buñuel Célestine, que consigue que la policía detenga a Joseph por el asesinato de Claire, aunque han de dejarlo pronto en libertad por falta de pruebas, no acaba con el cochero en Cherbourg, sino casada con el capitán Mauger (Daniel Ivernel), con lo que en todo caso vemos que la camarera no tiene escrúpulos en ascender socialmente, aunque sea a costa de aceptar el ofrecimiento del viejo capitán retirado, lejos del aparente “happy end” de Renoir.

    Si Renoir/Meredith tomaban el personaje de Georges de otra de las casas donde sirvió Célestine, Buñuel/Carrière prefieren ignorarlo y servirse en cambio del personaje de M. Rabour, un fetichista que se deleita viendo a Célestine calzada con unos botines (fetichismo que, a juzgar por sus películas, compartía Buñuel).



    Este M. Rabour es aquí el padre del Mme. Monteil (que no Lanlaire), interpretada por Françoise Lugagne, siendo su marido, un hombre frustrado sexualmente (que acabará beneficiándose a la cocinera, Marianne), un excelente Michel Piccoli.



    No me alargo más con el film de Buñuel, porque probablemente el año próximo, con motivo de la conmemoración de los cincuenta años de la muerte del aragonés, me anime a un “revisando sus películas”. En todo caso, creo que queda claro que prefiero sin duda el film de Buñuel al de Renoir, para mí uno de los más flojos del francés, y que recomiendo la lectura del libro de Mirbeau, nada sutil, pero tremendamente divertido y ácido.

    La semana viene que se despedirá Renoir de Hollywood con The Woman on the Beach, su film norteamericano que más me ha gustado siempre, aunque esta vez ha subido mucho en mi valoración The Southerner.

  6. #6
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Aunque he visto las dos en su época en tv, no hace muchos años compré el bluray de la versión de Renoir. (ojo que fue mi primer BD-R), claro que lo compré sin saberlo; al menos me funciona bien.

    La película es una rara avis dentro del estilo de Hollywood, una obra muy personal, aunque a mi me pareció algo teatral y siempre dentro de la serie "B", un filme menor, mas alocado o cómico de lo que debería ser, pero bien hecho.

    A mi siempre me encantó el trabajo de Paulette Goddard, una mas que talentosa actriz y bellísima señora; da una picardía especial a esta sirvienta, no siendo nunca vulgar ni ordinaria, y sí mas lista de lo que a priori se espera de una chica así.

    Sí he de darte la razón, mad dog, en que el final parece algo precipitado, y ese happy end, pues tampoco pega mucho y se ve forzado por las convenciones de la época.

    No sé si fue un gran éxito o un fracaso, pero siempre aparece entre los mejores trabajos de su actriz principal.


  7. #7
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    Predeterminado Re: Jean Renoir: revisando sus películas

    Desconocía la existencia de esa Memorias de una doncella, de Renoir. La de Buñuel la tengo en BD desde hace tiempo.
    La cinta de Renoir fue reconocida por la National board of Review como una de las top-10 de 1946, junto a otras como Los mejores años de nuestra vida (la gran triufnadora ese año en los Oscar, de Wyler), Breve encuentro, Enrique V o Pasión de los fuertes.

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