Tanto el ejemplo de la mitología griega como la historia del propio Marcelino parecen reivindicar la muerte como lo mejor y más deseable. Es decir, la negación de la vida como máxima aspiración. No parece un mensaje muy sano, ni para la sensibilidad moderna ni para la antigua.
Que Marcelino, siendo un niño huérfano, tenga el deseo de conocer a su madre es comprensible; que el ser sobrenatural del desván lo mate para concederle (supuestamente) su aspiración, en mi opinión convierte la historia en un cuento cruel y de dudosa ejemplaridad.